Mi amigo Pedro

Mi amigo Pedro y yo nos conocemos desde hace unos quince años. Me resulta imposible recordar cuántas conversaciones mantuvimos en los días en que llevaba la sección de comics de la librería "El Aventurero". Los temas os los podéis imaginar: cine y literatura fantástica, tebeos, arte raro... Hace tanto tiempo de eso que, aunque cueste creerlo, por entonces ni siquiera llevaba esas gafas de pasta que con el paso de los años acabarían convirtiéndose en su inconfundible seña de identidad; eso sí, lo que tengo claro es que él comenzó a usarlas antes que yo, antes que todos vosotros, seguro.
A mi amigo Pedro le gusta Gustav Meyrink, David Bowie, Paul Verhoeven, Hokusai, Frank Miller, la santería, Hunter S. Thompson, Jacques Demy, las novelas de Harry Flashman, el "pop art", las bellezas negras... y blancas y amarillas y... Mi amigo Pedro, por si no lo habéis captado, tiene un buen gusto a prueba de bombas, y tan amplio y contundente como esa carcajada de barítono que le sale de vez en cuando, al sentirse verdaderamente a gusto, disfrutando de una sobremesa en compañía agradable, comentando una película, recordando según qué hazañas de amigos comunes...
Mi amigo Pedro escribe muy bien, aunque (así entre nosotros) es un poco vago para ponerse a darle a la tecla, y eso que comenzó en ello en los lejanos tiempos del fanzinerismo madrileño, armado de una máquina escribir que hoy le haría quemar tantas calorías como sus sesiones en el gimnasio (y es que desde que empezó a cuidar su cuerpo, además de su mente, el puñetero, pese a ser cinco años mayor que yo, parece cinco más joven). Su firma la encontraréis (a menudo no muy lejos de la mía) en numerosas publicaciones de cine, literatura fantástica, tebeos, arte raro... Además, ha publicado dos libros, hoy chungos de encontrar: "Tatuajes: el cuerpo decorado" y "Arañas de Marte: Video-guía de invasiones alienígenas". Si le preguntáis, él les quitará importancia, pero os aseguro que están muy, muy bien escritos.
Un buen día, allá por 1997, agobiado por la urgente necesidad de encontrar un redactor-presentador todoterreno para la tarea poco menos que imposible de, por un presupuesto minúsculo, dotar de personalidad al naciente canal "Album TV" me acordé de él. Nunca se había puesto ante una cámara pero pensé: "¡Qué demonios, personalidad es precisamente lo que le sobra a mi amigo Pedro!". Y allí que lo lancé sin parapeto a luchar contra los elementos de un medio que hasta ese momento le resultaba ajeno. ¿Y sabéis qué? Mi amigo Pedro no sólo salió airoso del reto, y en un tiempo record, sino que acabó escribiendo y presentando él solito un programa semanal y otro mensual. Cuándo todavía hoy me preguntan cómo fue posible hacer realidad en aquellos años un canal de 24 horas como "Album TV" con tantas limitaciones económicas y de infraestructura, siempre respondo más o menos así: "Gracias a mi amigo Pedro, que es un titán".
El tiempo ha pasado y afortunadamente tras la desaparición de "Album TV" Pedro y yo hemos seguido teniendo un contacto muy estrecho gracias a nuestras respectivas labores en Paramount Comedy. Por desgracia, soy de ese tipo de heremitas modernos que apenas cuido las relaciones personales, tiendo a encerrarme en casa y a pasar meses y meses sin ver a los amigos, de ahí que siempre que puedo procuro rodearme de ellos en el trabajo, para al menos compartir ese tiempo con ellos. En el caso de mi amigo Pedro he tenido la suerte de estar bastante con él en estos últimos años, en los pasillos de la oficina, en festivales de cine, en presentaciones, charlas y eventos "frikis" de diverso orden. Es de las personas con quien mejor me lo paso, con quien más referencias comparto, con quien más cercano me siento instalado en cierto código sarcástico-viriloide no apto para todos los oídos.
Hoy mi amigo Pedro es feliz, creo que nunca lo ha sido tanto. Las cosas le van bien en lo profesional y lo personal. La salud le acompaña (sus charlas homeopáticas y su obsesión por la gastronomía equilibrada causan hilaridad entre quienes sabemos de su organismo de hierro), le sobran amigos por toda España (en Gijón, Barcelona, Valencia, San Sebastián... decid su nombre y comprobaréis lo querido que es) y tiene una novia capaz de hacer que le brillen los ojos cada vez que la menciona. Verlo así de bien me hace feliz, porque también recuerdo etapas malas suyas y, por supuesto, siendo cómo somos, tan machos... pues nunca hablamos claramente de sentimientos y esas cosas. Ya sé que es una pena, pero a cierta edad, y teniendo a Robert Mitchum (él) y Popeye (yo) como ideales masculinos, pues resulta bastante complicado cambiar de actitud.
En definitiva, son muchos los ratos pasados juntos, las complicidades, las sesiones de cine compartidas, los proyectos comunes, materializados o sólo imaginados, los e-mails intercambiados... Mi amigo Pedro es una persona irrepetible, de esos que de verdad te convierten en afortunado sólo por el hecho de haberlos conocido (topicazo, lo siento). Sé que aunque nunca le haya dado un abrazo, ni le haya dicho (así a las claras) que le quiero, él lo sabe. Pese a todo escribo esto porque sé que él no lo va a leer, de lo contrario me daría demasiado pudor; ambos sabemos que Kirk Douglas y Lee Marvin jamás se dirían esas cosas, y mira que se querían...
Así que guardadme el secreto, ¿vale? Jamás le digáis a mi amigo Pedro que escribí estas líneas tan de nenaza. Han quedado un poco atropelladas e inconexas, lo sé, pero es que simplemente sentí la repentina necesidad de comunicaros lo gran tipo que es y siempre será, y la suerte que hemos tenido todos los que con él nos hemos reído a menudo, los que hemos visto mejorado nuestro trabajo gracias al suyo, los que nos hemos beneficiado de su apoyo y compañía en los momentos bajos. La gente así nunca se va. Al menos no del todo. Es más, ahora miro a mi alrededor, y os aseguro que él está más presente que nunca, en cada rincón de mi biblioteca, en mi memoria lejana y cercana... Y mañana lo seguirá estando, carcajeándose con su voz de barítono. Y así será siempre. En presente. El Duke.