Blogia
UN TOQUE DE AZUFRE Image Hosted by ImageShack.us

Mi vida (o así)

Un mal día

Un mal día Muy, muy...
........... malo...
horrendo...
........... lamentable...
......................... fatal...
.................................. pésimo...
......................... catastrófico...
......................................... horrible...
........... desdichado...
lastimoso...
......................................... para olvidar...

Dudas numerológicas de un bitacorero patán

Dudas numerológicas de un bitacorero patán Comencé este "blog-diario-bitácora-fanzine mental" el pasado 27 de julio. Casi inmediatamente varios amigos y bitacoreros afines empezaron a hacerme la siguiente pregunta: "¿Cuántas visitas diarias tienes?". A lo cual yo siempre contestaba: "Y yo qué sé...". Mis conocimientos informáticos son tan, tan limitados que el hecho de haber podido hacer "Un toque de azufre" se debe simplemente a que existe Blogia, un entorno-herramienta de extrema sencillez, auténtica panacea para el bitacorero inútil. Hasta hace poco no sólo no tenía ni idea de cómo contar las visitas aquí recibidas, sino que, incluso, cuando alguien trataba de explicármelo, aduciendo siempre lo sencillo que resultaba, yo me negaba siquiera a atender; por pereza, por evitarme un nuevo proceso por simple que éste fuera... así soy yo en estos temas "técnicos".

De pronto, el otro día, no sé porqué, se me pasó por la cabeza el probar a instalar uno de esos fabulosos "medidores" de entradas. Total, después de tres meses de actualizar casi a diario este "blog" quizá ya iba siendo hora de hacerme una idea aproximada de cuánta gente se pasa por aquí con frecuencia, y, de paso, dejar de provocar el cachondeo entre quienes no entendían cómo era incapaz de realizar una operación tan sencilla como agregar el contador de "Nedstat". Siendo sincero, tengo que reconocer que tardé, ejem, tres días en manejarlo correctamente. Al principio lo instalé en una página interior en lugar de en la portada, con lo cual en un día entero sólo me aparecieron dos visitas, cuando lo cierto es que había recibido cerca de veinte comentarios de distintos lectores. Es decir, metí la pata y arruiné las estadísticas iniciales. Luego, no sé cómo, lo inutilicé durante un día entero, y, a continuación, sólo lo tuve funcionando unas pocas horas. Un desastre.

Por fin, desde hace apenas dos días, ya se puede decir que el contador funciona como Dios manda y que el recuento diario resulta correcto. Vamos que finalmente puedo saber el número de entradas exacto de cada día. Concretando: ayer "Un toque de azufre" tuvo 413 visitas. Hoy, en el momento de escribir esto, a las 13 horas me salen 147.

Pues nada, que ya sé lo qué contestar cuando a partir de ahora me pregunten por la afluencia. Eso sí, como absoluto desconocedor de "rankigs" y estadísticas referidas a la "blogosfera" española, ahora lo que me pasa es que no sé si estos números están bien, regular o fatal. Es decir, no sé si, para el tiempo que llevo en esto, resultan cifras patéticas y debería deprimirme por la falta de seguimiento, o bien no están del todo mal. Por otro lado, me desconcierta el hecho de que, por ejemplo, en un día con más de cuatrocientas visitas... ¡apenas se registren dos o tres comentarios! ¿Es normal que sea tan bajo el índice de participación? Y, además, ¿todas esas visitas no pueden deberse a una escasa veintena de personas que, con mucho tiempo diario de ocio, se dedican a entrar varias veces? En fin, que agradecería comentarios y orientación al respecto por parte de aquellos bitacoreros más veteranos y/o espabilados que yo... ¿Resulto muy "naif"?

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Cuando la espalda hace "crack"

Cuando la espalda hace "crack" El mal del escritor, del esclavo del PC... Uno llega a la mediana edad (porque supongo que ahí es donde estoy con treinta y cinco, ¿no?), echa la vista atrás y piensa: "¿cuántas horas habré pasado en toda mi vida sentado en esta misma posición, delante de una pantalla, tecleando, moviendo el ratón y haciendo "clics" con dedo meñique? De vez en cuando experimiento un fugaz ataque de responsabilidad y me propongo (¡ja, ja, ja!) a... ¡hacer deporte! Tratar de mejorar de una vez mediante ejercios esta machacada espalda, producto de ya demasiados años de ganarme la vida frente al ordenador. O quizá no sean realmente demasiados años, pero sí muy intensos... sobre todo desde que existe Internet. Y es que antes uno se sentaba ante el teclado sólo a escribir. Toda la labor de documentación, búsqueda de datos, lectura, etc, lo más habitual era realizarla tirado en el suelo rodeado de libros y revistas, frente a la biblioteca o repachingado en el sofá. Hoy no. El "Google" ha terminado absorbiendo de tal manera toda posible investigación que es muy poco probable que uno levante el culo del ordenador para escrutar algo en sus archivos "físicos", cosa que la mayoría dejamos como última opción, cuando ya no hay manera de dar con lo que buscamos, por muchas pantallas del buscador que pasemos. Así, las horas se le pasan a uno frente a la pantalla, con variaciones mínimas de posturas, haciendo firmes oposiciones a pasar su vejez con un collarín o a sufrir una variante del "mal de la clase turista" específico de los escritores. Y si encima se es de natural vagancia, ni os cuento... En fin, que llevo una temporadita con la columna vertebral más bien perjudicada (crack, crunch, croc), y cada año es peor, amigos. Menos mal que no fumo, porque de lo contrario el espectáculo que ofrecería a mis allegados todas las mañanas al ponerme al tajo, entre los crujidos de la espalda y las toses nicotínicas, sería de candidato prematuro al geriátrico. ¿Y si me apunto a un gimnasio? Crack."

No sé si tengo jaqueca o migraña

No sé si tengo jaqueca o migraña Son punzadas persistentes pero discontinuas a ambos lados de la frente, acompañadas de pesadez de párpados, incomodidad estomacal y boca extrañamente seca. Puede que la causa haya sido el escuchar, uno detrás de otro, los lamentos de un guitarrero (el tema de la película "El cazador"), un violincenizo (el de "Tigre y Dragón") y un acordeonista ("La Vie en Rose"). Caminaba yo indefenso por la Plaza Mayor y... zas... zas... zas... tres ataques de tristeza sonora capaz de tumbar el biorritmo más jovial. Vaya tres instrumentos no aptos para melancólicos, menudo trío de piezas rompealegrías... En fin, que llegué a casa helado de frío (dichoso entretiempo, nunca me pongo la ropa adecuada) y con una caja de ritmos modelo antiguo dentro de la sesera. Tras la ingesta masiva de paracetamol, la situación cambió, sí, pero no hacia la mejora, ni mucho menos. Ese regular repiqueteo craneal mutó hasta convertirse en el imprevisible "clac-clac" que ahora me ataca cuando menos lo espero... No sé porqué en lugar de acostarme de una vez siento el absurdo impulso de contar esto aquí. Con ustedes otro "blogmemo" chapoteando en el solipsismo. ¿Y si pruebo con el Ibuprofeno...?

A Perfect Day

A Perfect Day Durante el día de hoy he recibido dos noticias nefastas de índole laboral. Dos proyectos de largometraje en los cuales he estado implicado en los últimos años, y que parecían bastante bien enfilados (sobre todo uno de ellos), han muerto abruptamente. Había escrito un texto más largo, contando detalles dolorosos de ambos fallecimientos, aunque sin nombres, ni fechas... Sólo como una forma de exorcizar mi (nueva) desilusión con el mundo del guión de cine. Eso sí, al terminar me di cuenta de lo inconveniente que resultaba en estos instantes colgar un texto así en Internet. Demasiada gente todavía implicada en dichas batallas, demasiados nudos por atar, flecos que ordenar, dinero en juego, botes de salvamento que fletar en sendos naufragios... Eran guiones transpirados, más que inspirados, esculpidos en piedra y con taladro manual, origen de callos cerebrales, néctar (o eso quiero creer) de reuniones agotadoras, de pactos creativos, de voluntarismo, de jaquecas, de altas horas de la madrugada dándole a la tecla... Fuentes de tensiones personales, de amagos de úlceras, de carruseles psicológicos, de chantajes emocionales.

No os creáis jamás la patraña de quién trate de venderos el supuesto "glamour" del guionista. Este oficio consiste básicamente en aceptar tu papel de parturienta dedicada a entregar bebés a la guillotina. Ocho de cada diez veces. Esas son las cuentas que me salen. Cada guión de largometraje suele constar de unas ciento y pico páginas. Y es frecuente tirarse entre año y pico, y dos años de reescrituras coordinadas con un jefe de desarrollo de la productora que pretende hacer la película. En mi disco duro descansan los restos mortales de unos trece guiones que, tras gestarse, o bien nacieron cadáver o bien fueron vilmente ejecutados pese a su inocencia. Casi siempre por cuestiones (miserias) económicas, malas planificaciones, perspectivas equivocadamente optimistas... En estos últimos años he vivido, sobre todo, de escribir espectros de largometrajes que ahora sólo existen en forma de páginas secretas, las cuales (me temo) jamás serán recordadas por nadie más que por los que sudamos sangre sobre ellas. Sensación extraña esta, la de cobrar por crear todo un caudal de fantasmas fílmicos, "zombies" de papel, momentos de jamás rodados... Pura nada.

Una de las experiencias más patéticas y desoladoras que he experimentado como espectador fue el día en que al asistir en un cine a una escena enormemente parecida a otra incluida en uno de mis guiones, pensé: "Bueno, al menos nadie dirá que fuimos nosotros los que copiamos, ya que está peli se ha estrenado después de la nuestra". Entonces, de pronto, me asaltó la terrible verdad: y es que nuestro guión no se había llegado a rodar, esa película nuestra JAMÁS existiría... Una derrota más, otra de tantas. Lastre nuevo para esa carretilla de historias podridas, en descomposición, cada vez más repleta y pesada, que con esfuerzo arrastramos de mercado en mercado, disimulando nuestro creciente, ya endémico cansancio. Obviando el hedor de tanta ficción cadavérica, mientras intentamos reunir fuerzas para seguir creando, gestando nuevas fabulaciones, aunque, año a año, la nube de moscas que nos acompaña sea cada vez más tupida, hasta el extremo de que ya casi ni nos deja ver donde pisamos. Y así avanzamos: a ciegas... pero, eso sí, cada vez más expertos, si no sabios, sí (¿consuelo?)resabiados.

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In dreams (esta misma noche)

In dreams (esta misma noche) Estoy en lo que parecen ser los preparativos para unas pruebas de selección de actores de cine. Hay un equipo reducido; apenas el cámara, un sonidista, el director… y yo. Todos visten túnicas con capuchones, cada una de un color diferente: negro, azul, rojo… La del director es la escarlata y cuando lo miro siento un escalofrío al comprobar que sobre su rostro lleva una mascara dorada, inexpresiva, veneciana.

No sé que hago allí, pero también me asusto mucho al comprobar que, aunque les hable, nadie parece verme ni escucharme. ¿Me ignoran a propósito o realmente soy invisible para ellos? Empiezan a entrar los actores que han sido seleccionados para este “casting”. Se les nota muy nerviosos. Para ellos significa una gran oportunidad poder aparecer en una película de este director, que (desconozco porqué lo sé) tiene un prestigio enorme en todo el mundo. La prueba consiste en representar una escena en un decorado de cartón piedra que tenemos frente a nosotros. El “atrezzo” está pintado en distintos tonos de grises, como si estuviéramos viendo una película en blanco y negro. Lo extraño es que cuando el primer actor entra en el decorado y se pone ante la cámara, él también pierde su color, se vuelve monocromático. Al mirarse el cuerpo, ahora en blanco y negro, le entra un ataque de pánico y trata de gritar… pero no le sale voz alguna. El director se abre la capa que le cubría el torso y veo que lleva colgando una grabadora, cuyo botón de “play” aprieta inmediatamente. Lo que sale es una voz gutural, que, en un idioma extranjero desconocido para mí, le indica al actor lo que debe de hacer. “Por eso es tan buen director de actores”, pienso yo. “Les habla en su mismo idioma”. Tras escuchar la voz que sale de la cinta, el actor que, ha parecido entenderlo todo, comienza a representar un incomprensible ritual a base de movimientos espasmódicos, exageradas pausas y miradas intensas al vacío. “¡Ah, ya sé!”, deduzco de nuevo. “Se trata de una película muda, tipo expresionismo alemán”. Pese a esta certeza, sigo sin entender nada, no extraigo sentido alguno de las evoluciones del actor por el escenario. Entonces, como si pudiese leer mis pensamientos, el director me mira y, aprieta otra vez el “play” del cassette. La voz que ahora sale del aparato habla en mi idioma y se dirige a mí de forma directa diciendo: “¿No reconoces esta escena? Pero si la escribiste tú”. “¿Yo?”, replico confuso. “Pues claro”, continúa el director. “Tú eres el guionista de esta película”.

En ese momento suena un estallido procedente del decorado. Al mirar veo el suelo manchado de sangre, justo en el lugar donde se hallaba el actor. El sonidista se me acerca y me dice al oído que el director está tan obsesionado con que los actores respeten sus posiciones que ha colocado minas antipersona en los márgenes de las marcas. Es tan perfeccionista de la puesta en escena que sólo le preocupa la exactitud de los planos; más allá de la composición visual no le atrae nada del cine. Por eso ha terminado haciendo una película muda. Yo asiento y le pregunto: “Pero… ¿y entonces por qué te trae como sonidista?”. Él me mira fijamente (en realidad, es su máscara la que me mira) y se lleva el dedo índice a la boca indicándome “Silencio”. Luego dice: "Te advierto que aquí los listillos lo llevan claro...".

El director vuelve a usar su grabadora para indicar que pase el siguiente intérprete, si bien no aparece nadie más. Todos parecen perplejos: ¿no hay más candidatos? ¿Cómo es posible? Pero si hay cientos de actores deseando trabajar con este director. Una voz, procedente de arriba, dice, con acento gallego: “Se ha corrido la voz de que en tus “castings” estallan los actores y, claro, ya nadie quiere venir”. Al levantar la vista, buscando quien ha dicho eso, me quedo estupefacto al ver a… Javier Bardem, caracterizado como Ramón Sampedro, tumbado en su cama, y flotando ésta en el aire a varios metros por encima del suelo. Enfadado, el director se arranca la máscara y veo que el rostro que había debajo es el de… Isabel Coixet, con sus gafitas y sus facciones de niña eterna. “¡Tú cállate Pequeño Nemo y sigue jugando!”, le grita “la directora” a Bardem/Sampedro.

Entonces, me doy cuenta de que el recinto en el que estamos es un enorme polideportivo, con canastas de baloncesto a cada lado. Bardem/Sampedro ahora tiene una pajita en la boca, sopla y por ella sale una burbuja de jabón que crece y crece hasta convertirse en… una pelota de baloncesto. La cama vuela hasta aproximarse a una de las canastas, y Bardem/Sampedro, con gran habilidad, encesta la pelota tras darle unos cuantos toques con su calva. Impresionado ante semejante hazaña baloncestística, no puedo evitar el arrancar a aplaudir enfervorecidamente. De pronto, noto azorado que todos clavan sus miradas en mí. Por el ceño fruncido de Coixet deduzco que mis aplausos no han sentado nada bien. La directora (quién desde que se quitó la máscara ya no precisa del “cassette” para hablar) me dice que aunque no haya actores disponibles el “casting” debe continuar, la película no puede dejar de hacerse por esa minucia. Así que me pide… que salga yo a escena. Temblando de miedo, le recuerdo que no soy actor, pero ella replica iracunda que si un guionista es incapaz de responsabilizarse de lo que ha escrito, ¿quién va a confiar entonces en él? “¡Sal inmediatamente a defender tu escena!”, grita Coixet. Me resisto, pero ella y el resto de los asistentes me rodean amenazadoramente, como si estuvieran remedando la angustiosa escena de “Eyes Wide Shut” en la que Tom Cruise es acorralado por los enmascarados miembros de la secta orgiástica. Suplico a Coixet que al menos desactive las minas que ha sembrado por todo el escenario, después de todo yo no soy actor… no puede exigirme lo mismo que a los demás. La directora esboza uno de esos mohines, tan suyos, gira a continuación sus ojos como si fuera Marty Feldman, y me dice: “Ah, se siente… no haber elegido el camino del Arte”.

Abatido, avanzo con la mirada baja hacia el decorado. En cuanto entro en él, compruebo como mi cuerpo se vuelve grisáceo. Incluso mis movimientos parecen extrañamente arrítmicos; parezco un personaje de Murnau. Me giro en dirección a Coixet y le ruego por última vez que me deje salir de allí. Inflexible, me grita: “¡Arruíname el plano y reventarás!”. Dándome cuenta de que no hay forma de escapar del atolladero, comienzo a moverme tratando de emular al actor fallecido “en acto de servicio”. De hecho, ahí delante veo el viscoso manchurrón rojo en que quedó convertido gracias a una de las minas de Coixet. Muevo los pies con cautela, temiendo que cada paso sea el último de mi vida. De pronto, veo un pegotito de puré de guisantes caer al suelo (chof), y luego otro y otro. “Sigue ese rastro y no te pasará nada”, me dice una voz desde las alturas. Vuelvo a alzar la mirada y veo de nuevo a Bardem, en su cama voladora, sólo que ahora ya no es Ramón Sampedro... si no la niña de “El exorcista”. Su caracterización ha cambiado completamente: pelo alborotado, rostro blanquecino y cubierto de cicatrices, resto de babas verdes alrededor de su boca… Viste un camisón blanco y, para mayor exhibición interpretativa, su cabeza efectúa impresionante un giro de 360º. “Qué gran actor…”, pienso. Con timbre demoníaco, Bardem/Linda Blair me dice: “Mis fluidos son seguros, ¡síguelos!”, y, acto seguido, se pone a vomitar cual surtidor, dibujando en el suelo una extraña forma geométrica.

Ahora estoy más tranquilo. Sé que, pese a su aspecto diabólico, Bardem/Linda Blair es de fiar; no tengo más que seguir esa ruta verde para salir indemne de la prueba. Rabiosa, Coixet le propina una patada a la cámara y se aleja a grandes zancadas, mascullando: “Bah, ¡el cine es un arte menor!”. Miro a Bardem/Linda Blair agradecido y le pregunto porqué me presta ayuda, y él responde: “Es que ahora quiero convertirme en director… la interpretación ya no tiene alicientes para mí”. Y yo entiendo perfectamente a lo que se refiere. “Después de todo, como actor ya ha llegado a lo más alto”, pienso. “Al techo de este polideportivo”.

¿Dónde nos habíamos quedado?

¿Dónde nos habíamos quedado? Hola amigos... Estoy de vuelta. Hace días que terminó el festival de San Sebastián, y volví a casita, agotado y sobrecargado de ficciones e imágenes. Necesitaba descansar, en suma. No me apetecía en absoluto "blogear", ni leer ni escribir, ni ver una sola película más, ni nada... En algún momento pensé: "¡venga haz un esfuerzo y actualiza hoy la bitácora del demonio, que lleva varios días estancada!". Pero inmediatamente llegaba a la conclusión de que no me daba la gana escribir nada aquí sintiéndome obligado. La gracia de hacerlo se iba entonces al guano; bastantes cosas escribo ya por obligación y necesidad como para convertir mi propio diario en una carga. Así que dejé esto congelado durante los últimos días de manerra completamente premeditada. También me di cuenta que esto resulta un hábito que engancha y entretiene, y cual droga blanda, cuesta de prescindir durante los primeros días pero que luego aparece una especie de sentimiento de liberación, de ligereza... Ya sabéis, esa sensación de "¡me importa un pito!". Si entran y la página sigue sin actualizar, me la refanfinfla. Vamos que ha habido también algo de desenganche consciente en este alejamiento "blogero", de limpiar cualquier tentación de acabar convirtiéndolo en una obligación más en mi rutina. El papel exacto que "Un toque de azufre" creo que debe jugar en mi vida vendría a ser algo así como el de un "fanzine mental". Espontaneidad y "amateurismo" ante todo. Igual que en los tiempos de fanzinero, cuando se hacían las cosas "porque sí", porque te apetecían y sin responder a periodicidades, ni lineas editoriales demasiado marcadas ni demás zarandajas propias de los medios profesionales. En fin, que hoy, a diferencia de los días anteriores, me volvió a apetecer entrar aquí y ver qué tal quedaría la página con una nueva imagen de Diana Rigg. Muchas veces reconozco que lo que escribo me resulta accesorio y bobo hasta a mí mismo; la verdadera satisfacción la encuentro en adjuntar una foto de aquí, mi diosa.

Por lo demás, la semana pasada comprobé con agrado que este "blog" tiene ya bastantes más seguidores de los que jamás pensé al iniciarlo. En San Sebastián me cruzé con al menos una docena de personas, algunos desconocidos, que me felicitaron por él, me animaron a seguir así, me expresaron cuanto les entretenía leer mis cosillas, etc. Eso sí, al evidente sentimiento de satisfacción, lógico cuando compruebas que lo que empezó como una chorradita personal ha pasado a convertirse para algunos en un divertimento cotidiano, se añadió, lo reconozco, cierto impulso por... abandonarlo precisamente ahora. ¿Esquizoide verdad? ¿Pauta de pensamiento inmaduro, a que sí? "Ahora que he construido algo que gusta a toda esta gente... lo dejo porque me da la gana, je, je, je". Capricho autodestructivo, negación de la responsabilidad, por pequeña que esta sea, etc, etc, etc. Material de iniciación a la Psicología, vaya. Pero ya se me ha pasado, eh. Fueron apenas unos días de bajona leve. ¡Venga ese abrazo de reencuentro!

Homo escritor (corporeus computer corruptus)

Seguro que recordáis aquel momento imprescindible en todo dibujo animado de "El Correcaminos y el Coyote": las imágenes de ambos personajes se congelaban y aparecían unos rótulos que, en latín de coña y sin ningún sentido, mostraban a supuesta (y sonora) denominación zoológica de cada uno de estos animales según un hipotético tratado de Naturalismo animado.

Esta es mi opinión y yo la comparto.

Esta es mi opinión y yo la comparto. Es curioso como hay gente (tampoco muchos, pero en cantidad suficiente para darme que pensar sobre el tema) empeñada en decirme cómo debe ser este "blog", si debo hablar más o menos de mi vida, aumentar o disminuir el contenido gráfico, poner muchos "links" o ninguno en absoluto, cambiar el tono de lo escribo para resultar más o menos serio... o espontáneo o divertido o... Debo reconocer que ha sido una sorpresa encontrarme con que cierto número de personas tiene las ideas tan, tan claras sobre cómo debe ser "mi" página web. Supongo que no les debe pasar sólo con "Un toque de azufre" si no también con el resto de "blogs" que frecuentan. A todos sus autores sospecho que les acribillan con peticiones, cuando no exigencias de tono airado, sobre lo que ellos quisieran ver allí reflejado. Veamos... ¿tan difícil resulta para algunos comprender un concepto tan sencillo como el de "página personal"? De los muchos sitios web, sean en formato "blog" o no, que he visitado en los últimos años si algo he sacado en claro es que rara vez te encuentras dos idénticos, y que los autores los abren precisamente para hacer lo que les dé la gana en ellos, comprobando de paso si hay un determinado número de personas "ahí afuera" interesados en las cosillas que allí van vertiendo. Además, estos sitios tienen también algo de "obra en proceso", en cuya creación intervienen los propios lectores quienes con sus comentarios moldean los contenidos y también, porqué no, orientan al propio autor a frecuentar ciertos temas más que otros, puede que incluso a evolucionar...

Hay "blogs" completamente vivenciales, el equivalente público al "querido diario" de toda la vida, los hay periodísticos, los hay literarios, los hay en forma de continua base de datos de enlaces y, por supuesto, los hay híbridos de todo lo anterior o completamente distintos, inclasificables de verdad. Toda opción es válida desde el momento en que el autor la ha elegido como manera de mostrarse al mundo, y por tanto, pese a que puede ser considerada, por supuesto, una forma de expresión, su propia naturaleza de "diario mental abierto" (por decir algo) la emparentá más con la ropa que uno elige ponerse cada día que con la obra cerrada y meditada a lo largo de un tiempo que uno finalmente pone a disposición de un editor o hace llegar a las salas de cine, galerías de arte, etc. A la postre dice tanto de uno el color de sus pantalones como, por ejemplo, la trama de sus novelas, si es que te dedicas a ello. Ahora bien, se me hace muy raro andarle diciendo a la gente cómo deber vestir. Y más adoptando un aire como indignado tipo: "jo, tío, vengo a verte a tu casa y otra vez me recibes con esos pantalones verdes que tan poco me gustan... A ver si la próxima vez que te visito te pones otros. ¿Por qué no pruebas con unos rojos? Es que ese es mi color favorito". ¿Se entiende por dónde voy, verdad?

Te gusta (o no) alguien por su trato, su conversación, la química que desarrollas con él, hasta su higiene personal, qué demonios. Y si conectas con alguien lo suficiente llega un momento en que aceptas que jamás será del todo como tu quisieras que fuese. De nadie nos agrada todo. Si un amigo te aporta lo bastante como para quedar con él frecuentemente, ¿qué sentido tiene insistir en cambiar esos detalles tan suyos que, pese a todo, siguen sin gustarte?

Bueno (bostezo), ya he logrado aburrirme yo solo, y supongo que a la mayoría de vosotros también. Eso sí, al menos he colocado una foto grandota de Emma/Diana en plan reina pecaminosa, cosa de la que, espero, nadie se quejará.

"The Devil's Backbone" Special Edition

"The Devil's Backbone" Special Edition Ya iba tardando en animar desde aquí a todos los seres humanos con tarjeta de crédito a que se gastaran la minucia de 17'35 $ en adquirir la edición definitiva en DVD de ese hito del cine, esa abrumadora aportación a la historia del terror, ese antes y después del género titulado "El espinazo del diablo". Ya sé que tan hiperbólicos elogios no son de fiar viniendo del coguionista pero... es que de verdad la peli me gusta un montón y creo que está "special edition", por fin, hace de verdad justicia, gracias a su nuevo "transfer", a la elaboradísima gama cromática diseñada por el operador Guillermo Navarro. Vamos que la calidad de imagen de este DVD supera en mucho tanto al editado en España como al anterior americano.

Además, se incluyen toneladas de "extras" nuevos (bocetos del director, dibujos de Carlos Giménez, efectos especiales desglosados, etc) y un comentario de Guillermo del Toro que, a diferencia del de la anterior edición USA, incide más en los aspectos relacionados con la narrativa gótica y los estilemas terroríficos que en los puramente cinematográficos.

Una compra fundamental, vaya. Aunque, ejem... ¿quién soy yo para decirlo?

Disponible (of course) en Amazon.

Imágenes del mal

Imágenes del mal "Imágenes del mal" es un libro de elaboración colectiva editado el año pasado por Valdemar Ediciones y en el cual colaboré con un capítulo titulado "Disneymaldia". Coordinado por Vicente Domínguez, profesor de filosofía de la Universidad de Oviedo, el volumen está dedicado a analizar diversas facetas de la plasmación del Mal en el cine y la literatura. Además de mi texto, centrado como su título indica en el reverso oscuro de las producciones de la factoría Disney, "Imágenes del mal" incluye otros ensayos de autores como Pilar Pedraza, Miguel Marías, Jesús Palacios, Roberto Cueto, Antonio Weinrichter, Sergi Sánchez, Angel Sala o Fernando de Felipe.

Este es el texto de contraportada:

El Mal asola al ser humano desde que Pandora, la muñeca autómata fabricada por los dioses y diosas del Olimpo, abrió el recipiente que llevaba cuando fue remitida a los hombres de parte de Zeus para castigarles por la insolencia de Prometeo, que decidió robar el fuego para dárselo a los hombres. Como el genio de la lámpara de Aladino, el Mal debió de exclamar: «¡al fin libre!» Y a partir de ese momento emprendió su trabajo por todos los rincones de la tierra, irradiando locura, guerras, enfermedades, peste, crímenes, perversiones... a gran escala, pero también a la medida del hogar. Desde que el Mal comenzó a irradiar su oscuridad, el hombre emprendió el esfuerzo de ponerle cara, de imaginárselo, para poder identificarlo y tener una oportunidad de apartarse de su camino... o incorporarse a él, pues el Mal también se preocupa por su aspecto, logrando en ocasiones arreglarse con un encanto y un poder de fascinación irresistibles: el diablo, los niños de cara angelical, mujeres fatales, hombres con larga barba y turbante, amables vecinos de puerta con aspecto anodino e inofensivo, vampiros y vampiresas, metrópolis-babilonias, sombras, manchas... en fin, toda una galería de imágenes al margen de las cuales es imposible pensar o concebir el Mal.

Anime para no iniciados

Anime para no iniciados "Dibujos en el vacío: claves del cine japonés de animación" es un libro editado por el IVAM y la Generalitat Valenciana que recoge las conferencias pronunciadas durante el I Encuentro de Animación Japonesa celebrado en el mismo Institut Valenciá d'Art Modern en el año 2003. El objetivo era dar a conocer a un público no necesariamente iniciado en dicha rama de la moderna cultura popular ciertas claves básicas para adentrarse en su historia, códigos y en la obra de algunos de sus creadores fundamentales. Los textos reunidos pertenecen a Juan Zapater, Roberto Cueto, Ángel Sala y a mí mismo mismamente.

El nivel de los capítulos de mis compañeros es apabullante, aviso. El mío, un repaso a la trayectoria de Hayao Miyazaki, pues resulta correcto y legible, pero tampoco para tirar cohetes. Eso sí, en conjunto el libro merece bastante la pena.

"Miradas en el vacío" ya se presentó en el FNAC de Barcelona el mes pasado, y creo que a lo largo de septiembre se organizará otro acto similar en el de Madrid.

Auster y yo

Auster y yo Esta noche he soñado que Paul Auster visitaba mi casa. Al salir del ascensor me lo encontraba en el descansillo, entablamos una breve charla casual ("Hombre, si tú eres Paul Auster... Pues sí, mira tú por donde... Jo, pues tienes la misma cara que en las solapas de Anagrama") y, nada, como teníamos buen rollo me atrevía a pedirle que pasara a mi casa a dedicarme sus libros. Paul, muy majete, aceptaba.

Luego había una elipsis y me veía en casa, desesperado, buscando los libros de Auster por todos lados, pero, ¡fatalidad!, no localizaba ninguno, debido al desorden que reina en mi biblioteca. Él comienza a impacientarse y, mientras se toma un Nestea, me dice que mucha gente le miente, afirman ser "fans" suyos y es mentira, en realidad, no han leído ni un sólo libro suyo, lo único que pretenden es compartir un rato con un famoso como él, y eso le hace sentirse utilizado, dolido... Esa confesión me inquieta. Auster ahora parece incluso un poco peligroso. ¿Habré dejado entrar en mi casa a un psicópata? ¿Le dará un arrebato de furia al creer que no tengo ningún libro suyo en casa? ¿Por qué demonios nunca encuentro nada cuando lo necesito?

Total, que improviso un plan demencial: salir sigilosamente por la puerta, sin que él se dé cuenta, correr hacia el VIPS que hay cerca de casa y comprar allí un ejemplar de "El libro de las ilusiones", volver deprisa y mostrárselo como si lo tuviese desde hacía tiempo. Lo hago a cámara rápida, como en un "sketch" de Benny Hill, con música ridícula de fondo, y ya estoy de nuevo en casa, frente a él, enseñándole orgulloso mi recién adquirido ejemplar de su novela. Lo coge, lo mira... y me clava sus ojos profundos, con gesto de decepción. "Esto lo acabas de comprar", me dice con desarmante seguridad. Yo titubéo, trato de defenderme, aseguro que no, que me lo compré y leí hace meses... pero no hay manera. Auster me dice: "Este libro ha sido recién etiquetado", y me enseña la pegatina con el precio que ponen a los libros en el VIPS. "La fecha figura en la pegatina...", dice con mirada asesina. ¡Malditos VIPS! Auster se levanta y se acerca a mí, amenazador, inmenso... Yo retrocedo, balbuceando que tengo TODOS sus libros pero que mi desorden siempre impide que encuentre nada... Le ruego que no me haga daño, que soy un "fan" auténtico... ¡Hasta me gustó la novela del chucho! ¡Incluso pagué por ver "Lulu on the Bridge"! Él entra ya en cólera, gritando: "¿Me tomas el pelo? ¿Tengo yo cara acaso de encajar bien las bromas? ¡Mentiroso, mi película no la vio nadie en el mundo, nadie, nadie!". Me humillo, suplico que no me mate. Auster dice: "No te mataré... pero sí te someteré a mi famosa mirada intensa".

Yo me cago de miedo; ¡su mirada intensa! Dios... eso debe ser terrible; peor que la muerte. Le pregunto qué efectos tendrá su mirada intensa sobre mí, y Paul me responde con solemnidad: "Eso no lo sabrás... ¡hasta mañana!". Entonces noto que no puedo apartar mis ojos de los suyos, son como un abismo, me parece estar inmerso en los títulos de crédito de "Vertigo", tengo un pánico atroz a sus pupilas insondables, pero al tiempo me atraen inexorablemente, me arrastran...

Y entonces desperté.

Lo primero que he hecho esta mañana ha sido recolectar todos los libros de Auster y colocarlos juntos. Mi biblioteca sigue siendo un caos, ningún autor está ordenado alfabeticamente... menos él. De momento me noto bien.

"Lena" gusta en Argentina

"Lena" gusta en Argentina "Lena" es una de esas películas que da lugar a comentarios muy positivos y que, por desgracia, muy pocos la vieron en su día en cine. Esta es una crítica sobre ella aparecida en la revista de cine argentina "Otrocampo".

LENA
España, 2001.
Dirección: Gonzalo Tapia. Guión: David Muñoz, Gonzalo Tapia, Antonio Trashorras. Intérpretes: Marta Larralde (Lena), Manuel Manquiña (Gorrión), Roberto Álvarez (Milio), Vítor Norte (Cachero), Luis Tosar (Gitano). Música: Juan Carlos Mac. Fotografía: Carles Gusi.

El cine negro se ilumina, por Fernando La Valle.

En la habitación de Lena, el cinéfilo no pasará por alto la presencia fugaz de dos afiches ubicados sobre la cabecera de la cama: Pulp Fiction y El pibe, de Chaplin. Se trata de un guiño mesurado y pacífico, como un mapa de ruta que corriera el riesgo de pasar desapercibido: la conjunción de ambas citas esboza por así decir el programa o proyecto esencial de esta opera prima de Gonzalo Tapia.

La vida de Lena transcurre inestable entre dos mundos: por un lado, la juventud dorada de sus amigos de la playa y de su novio patovica y surfer de clase media alta, ámbito al que la joven intenta ingresar a expensas de una coartada ficcional; por el otro, la realidad algo sórdida en que se halla inmerso un padre desocupado, drogadicto y ocasional malviviente de poca monta, Gorrión (Manuel Manquiña), con el que Lena convive a su pesar. En el horizonte de esta adolescente brilla, en fin, la posibilidad de una beca de estudios que le permitiría integrarse en la sociedad de un modo respetable, es decir, dejando de lado la ficción de su doble vida, así como la realidad cotidiana de su trabajo en una pescadería. Este es el punto en que todo empeora de repente: la beca se malogra por una culpable desatención del padre, que no entrega en término ciertos papeles al parecer indispensables; para colmo de males, un oscuro encargo al que Gorrión ha sido arrastrado por El Gitano (el ubicuo Luis Tosar, esta vez en un breve papel), padrino de la joven, los indispone a ambos con un pesadísimo mafioso portugués. En la nueva situación, más enrarecida aún, Lena, amante hija a pesar de todo, y nunca sabremos hasta qué punto conocedora del verdadero alcance de su decisión, ofrece hacer ciertos trabajos para la organización en un esfuerzo desesperado por saldar deudas.

Las dos referencias citadas al principio aludirán entonces cristalinamente a características centrales de la trama: la relativa orfandad de la protagonista, y el eje criminal entretejido de prostitución, ajustes de cuentas, cobro de trabajos non sanctos y tráfico de drogas. Ambos confluirán en el relato a medida que se desarrollen los trabajos de Lena en el submundo, convertida pronto en acompañante de uno de los esbirros del portugués, Milio (Roberto Alvarez), personaje ambiguo que introduce a la larga la figura de una paternidad adventicia, y no pocos aspectos que recuerdan al film de Tarantino en términos de lo que podríamos llamar la cotidianeidad del hampón, si bien con un tono más mesurado, menos profesionalmente paródico.

Si uno de los resortes del relato negro es “todos traicionan a todos”, Lena trabaja con esta premisa y la desarticula levemente por la inserción en su centro de un personaje positivo, voluntarioso, conmovedoramente transparente a pesar de los algo inocentes ardides que lleva adelante. Asistimos, asimismo, a deliciosas intrusiones de registros ajenos, pero a su vez oblicuamente desnaturalizados. Es el caso del video-clip: Lena sube una cuesta, por ejemplo, sobre un fondo de inevitable música de rap en la banda de sonido, a la que súbitamente se superponen los sones de un gaitero con traje típico que se ejercita solitario en la calle y es observado por la joven con cierta sorpresa; cuando la protagonista sigue su camino la gaita desaparece, pero el rap es a su vez interrumpido al encontrarse ésta con Milio y desconectar los auriculares de su walkman. Es el caso del corto turístico: con fondos de dudoso origen, y como parte de una reconciliación no menos dudosa, papá invita a Lena a comer en el puerto; el trayecto de ida se convierte en itinerario dominado por una canción popular iniciada por el hombre y luego continuada en orquestada versión comercial; junto con la festiva canción, que celebra las bondades de Vigo, la imagen abandona la cercanía de los personajes y prodiga móviles tomas panorámicas que recuerdan a aquel género publicitario, con la única salvedad de que sus protagonistas son en este caso un granuja mal entrazado y su hija adolescente.

Es así la capacidad de aunar seriamente una ironía rigurosa y un humor impalpable, esbozando un homenaje al género desprovisto de estridentes autocomplacencias, lo que torna tan deleitable la visión de este film. Además de las excelentes actuaciones, empezando por la debutante Marta Larralde en el papel protagónico, cabría agregar también las bondades de un guión trabajado con mucha habilidad y lleno de núcleos complejos que aportan ricos efectos de perspectiva, tanto en relación con la trama como con el saber de personajes opacos que se inscriben en un indeterminado campo de cosas no dichas. Quizás aquí se halle la principal virtud de Lena, su feliz coherencia con la duplicidad de citas señalada más arriba: la ambigüedad en cuestión remite paralelamente al policial negro y a la psicología del relato iniciático, reescribe el uno en función de la otra y viceversa, alentando en retrospectiva más de una mirada.

Silencio, se rueda

Silencio, se rueda Os contaré un secreto: yo quiero dirigir largometrajes.

"¡Vaya churro de revelación!", diréis. "¡No hay ningún guionista que no quiera saltar a la dirección!". Pues os equivocáis. Yo conozco unos cuantos que están felices y satisfechísimos de quedarse frente al ordenador escribiendo escenas que luego otros (productores, directores, actores...) utilizarán como base para sus respectivas aportaciones. Pero, ya digo, no es mi caso, ni el de David Muñoz, mi compinche de escritura. Ambos queremos llegar a dirigir nuestros guiones de largometraje, no estar toda la vida suministrando historias a otros, para que las plasmen en imágenes bien o mal (y eso que nosotros hasta la fecha hemos tenido suerte en ese sentido).

Hace dos años dirigimos nuestro primer cortometraje, titulado "De potra" (véase la foto) y el resultado nos dejó lo bastante satisfechos como para, desde entonces, insistir en nuestro empeño de pasar al largometraje. Por desgracia, hasta ahora hemos estado dos veces a punto de ver cómo nos daban luz verde para sendos proyectos como directores, aunque en ambas ocasiones la cosa terminó paralizándose. El mundo de la producción está muy duro, y el cine español pasa por un momento no precisamente boyante. Ahora mismo tenemos otro proyecto en una fase decisiva, y de aquí a unos meses sabremos si, por fin, nos convertiremos el año que viene en directores de largos o tendremos que seguir perseverando.

Volviendo a "De potra", la experiencia fue dura pero muy, muy enriquecedora. De los tres días de rodaje de los que disponíamos finalmente perdimos casi una jornada entera debido a diversos accidentes e imprevistos. Por ejemplo, los problemas familiares de un miembro clave del equipo nos retrasó muchísimo el trabajo de dos de las tres jornadas. Para colmo, el tercer día nos robaron el camión del grupo electrógeno, tras lo cual perdimos medio día en conseguir otro, cosa que no fue nada fácil dado que era domingo. Por supuesto, prolongar el rodaje un día más era imposible por cuestiones presupuestarias, de modo que, gracias a la entrega del equipo (y muy especialmente a nuestro director de fotografía Unax Mendia, un joven monstruo de la luz destinado al Olimpo) terminamos rodando "lo justo" para llegar cubiertos al montaje. Y pese al "stress", todo acabó bien. Dicen que dirigir consiste en ir muy bien preparado, para luego, cuando empiezan a surgir problemas, acabar improvisando sobre la marcha y solventarlos lo mejor posible. Desde luego, ese fue nuestro caso.

Posteriormente, hemos dirigido otras "cosillas", pero no en 35mm sino en video. Aunque eso es otra historia...

Aquí os dejo la ficha de "De potra", por si algún día os cruzáis con él en algún pase televisivo, que sepáis que es nuestro. Ah, y pienso sinceramente que es un cortometraje monstruosamente bueno; lleno de sorpresas, humor, con un ritmo sostenido y un "crescendo" dramático modélicos que lo convierten ya en un pequeño clásico del género negro español. Lo digo desde fuera, claro, como un observador imparcial.

DE POTRA
Duración: 14'. Dirección y guión: David Muñoz y Antonio Trashorras.
Producción: Trafico de ideas. Productores: Piluca Baquero, Jorge Iglesias.
Fotografía: Unax Mendia. Montaje: Julia Juaniz. Sonido: Jaime Barros
Dirección Artística: Luis Santias. Intérpretes: German Montaner, Janfri Topera, Victor Clavijo.

Sinopsis:
Dos matones de barrio, el veterano "Ducados" y el novato Toñín, deben entrar en un prostíbulo que le hace la competencia al de su jefe. Su encargo consiste en meter apenas un par de tiros para asustar a las chicas y los propietarios. Por desgracia, a Toñín, que era el encargado de traerlas, se le han olvidado las balas. El tiempo corre en su contra y no pueden permitirse fallar en la misión de esa noche.

Una historia verdadera

Una historia verdadera En 2002 David Muñoz y yo estábamos escribiendo una película de terror para el director Isidro Ortiz.

Su título provisional era “Sangre”, iba de vampiros (lo sospechabais, ¿eh?) y las productoras con las que estábamos trabajando eran Fausto Producciones e Impala PC. Isidro acababa de estrenar su primer largometraje, “Fausto 5.0”, también conocido como “la peli de La Fura del Baus”. Las relaciones entre nosotros y él eran buenas, y alguna que otra fricción creativa aparte, lo cierto que es que nos encontrábamos en un momento de bastante optimismo respecto a las posibilidades de llevar a buen puerto el proyecto de “Sangre”.

Entonces, ocurrió algo... Ramón Vidal, productor ejecutivo de Fausto, nos propuso aparcar durante un tiempo la escritura del largometraje y centrarnos, también junto a Isidro, en la creación de un telefilme (o “tv movie” o “telemuvi”, como dice jocosamente un amigo), que sirviera de episodio piloto para una serie de casi segura e inmediata venta a Tele 5. El encargo consistía en que David y yo diseñáramos una “biblia” (es decir, unos personajes fijos, unas situaciones de base...) que sirviera para un posterior desarrollo en capítulos, y escribiéramos el primer guión, el cual dirigiría Isidro. ¿El concepto de la serie? Los casos del equipo de la Policía Forense de una comisaría de Barcelona. En aquellos días, la serie “C.S.I” no era ni mucho menos el bombazo que es hoy en España, y todavía no se emitía en Tele 5, sino solamente en el canal de pago “AXN”. Es decir, la conocían cuatro gatos.

El encargo por parte de Ramón, aprobado por Isidro tras ver varios capítulos de “C.S.I”, era que nos ajustáramos al mismo tono de la serie norteamericana. Es decir, mucha documentación de investigaciones forenses reales, ambiente frío y profesional, escaso desarrollo de las tramas reales de los protagonistas y, sobre todo, un ritmo vivísimo, y mucho efectismo.

Nuestra otra obligación era inspirarnos, pero no clonar, la sórdida historia real ocurrida años antes y conocida como “Los asesinatos del rol”. Muchos la recordaréis. Leer los documentos de la época que detallaban lo ocurrido nos proporcionó horas y hora de mal rollo, os lo aseguro.

Con esas premisas David y yo creamos la mencionada “biblia” (es decir, los inventamos los personajes, el entorno, todo...) y, a continuación, pergeñamos el argumento de esa primera aventura de nuestros investigadores. Los problemas comenzaron cuando las fechas se nos empezaron a echar encima. De manera algo suicida nos convencimos de que el encargo se podía realizar en apenas dos meses, y tenerlo listo para presentar en Tele 5 durante aquel verano. Fue imposible. La escritura avanzaba lenta. El tiempo invertido en documentación forense era necesariamente abundante, y, para colmo, nuestra relación creativa con Isidro comenzó a ser bastante más complicada que en los meses previos de escritura de “Sangre”.

Las necesidades de contar con una estructura narrativa a prueba de bombas, además de con detalles de investigación forense creíbles y comprensibles para el público, chocaban una y otra vez con la tendencia natural de Isidro (y de tantos otros directores) a la inclusión de material narrativo en función de caprichos visuales personales, o momentos dramáticos especialmente de su gusto. Las prisas, las tensiones y la divergencia de objetivos entre Isidro y nosotros hicieron que finalmente el proyecto nos estallara en las manos.

La ruptura con Isidro fue amarga, y motivada fundamentalmente por negarnos a trabajar en condiciones de presión que nos parecían nocivas para el resultado, y, sobre todo, por la tendencia cada vez más acusada del director a considerarnos meros “mecanógrafos” cuyo trabajo era modificar todo lo que no la satisfacía mediante el método del puro dictado. En el momento de abandonar “La escena del crimen”, pues ese era el nombre provisional que manejábamos para el telefilme, contábamos con una primera versión de guión, muy necesitada de tijeras, ya que en tiempo de pantalla hubiera dado lugar, más o menos, a dos horas y pico de duración.

Tras salirnos del proyecto, supimos que Isidro realizó la última versión del guión junto a José Luis López, el ayudante de dirección contratado en la fase de preproducción (que, dado el ritmo irracional al que se trabajaba, se había solapado con la finalización de la escritura). “La escena del crimen” pasó a titularse “Jugar a matar” y se rodó con Lucía Jiménez, Andoni Gracia, Juan Fernández y Carmen Elías como protagonistas. Cuando vimos el telefilme meses después durante su estreno en Tele 5 nos dimos cuenta que el 90% del material escrito por nosotros estaba allí, y que la última versión realizada sin nosotros lo que había servido era para comprimir situaciones, afinar elipsis y eliminar alguna subtrama accesoria, llegando de esa forma a un metraje adecuado.

Por cierto, “Jugar a matar” obtuvo un excelente resultado de audiencia, hasta el punto de que, finalizado el año, era (hablo de memoria) el sexto programa más visto de toda cadena.

No podemos decir que estemos insatisfechos con el resultado final, aunque es obvio que resulta muy difícil para nosotros contemplar “Jugar a matar” sin revivir los sinsabores de su escritura. Y más teniendo en cuenta que el deterioro de nuestra relación creativa fue tan lejos que, a continuación, todos nos dimos cuenta que era imposible volver a sentarnos para terminar “Sangre”. De ahí que ese proyecto también se nos fuera de las manos, quedándose en terreno del director, quien desde entonces ha contratado a otros guionistas para terminarlo como él quiere... y con un nuevo título.

Hace poco "Jugar a matar" salió a la venta en DVD, por el módico precio de 9’95 euros, y con un documental sobre el caso real de los asesinatos del rol como “extra”. Yo no me lo he comprado porque sigue dándome algo de tristeza ver la carátula, si bien tengo una cinta de video, que nunca he visionado, y que mi madre grabó amorosamente durante su emisión. Para mi familia el ver mi nombre en pantalla fue un motivo de orgullo enorme, claro. Y, bien pensado, en el fondo, quizá sólo por eso ya compensara todo aquello...

(Si hay por ahí aspirantes a guionistas, o degustadores de anécdotas del ambiente fílmico, no tenéis más que pedirme que cuente más batallitas como esta: tengo un contenedor lleno).

Agárrame ese fantasma

Agárrame ese fantasma Esta preciosa estatuita que veis aquí esta basada en "El espinazo del diablo", el largometraje que David Muñoz y yo escribimos junto a su director Guillermo del Toro hace cuatro años. La compañía de muñecos para frikis y cinéfilos Sideshow ha sacado una edición limitadísima de apenas 100 figuras. Como es habitual en el catálogo de Sideshow la estatua tiene un nivel de detalle alucinante. La primera vez que la vi desde luego que experimenté un subidón de adrenalina. Es bastante fuerte para un coleccionista de muñecos de toda la vida acabar escribiendo una película que origina “merchandising”. Ahora bien, en estos momentos lo que siento cuando miro la foto de la figurita es una tristeza y un vacío interior enormes. ¡Y es que ya se agotaron y yo no tengo una!

Sí, amigos, esto que cae por mis mejillas son lágrimas como boinas de legionario. Y es que, pensar que cualquier japonés espabilado tiene en su vitrina al fantasmita de Santi junto a la bomba Y YO NO…

¡Rabia, ira, furia!

Sé que James Cameron se pilló una. Tiene narices que en mi casa haya una figurita de Terminator, pero no tenga la de “El espinazo…”. Aunque ahora que lo pienso, quizá él tampoco tenga cachivaches de sus películas. Me extraña…

¡Guillermo consígueme una de una vez! (bueno, dos, que David también se ha quedado sin ella).

Bueno, aquí pego el texto promocional de Sideshow:

As a special tribute to long-time friend and director, Guillermo del Toro, Sideshow will be releasing a low-run limited edition statue based on the critically acclaimed del Toro film, "The Devil's Backbone." This intricately sculpted statue of Santi, a key character in the film, is standing beside a rusty bombshell. With each statue order, you will receive a DVD of the 'The Devil's Backbone.'

"We were inspired by Guillermo del Toro to create a remarkable collectible piece based on the most drammatic character in his film," says Greg Anzalone, president of Sideshow Collectibles. "We were motivated by our love for this unique story when we begin to think about which composition we wanted to create."

Sideshow artists teamed with sculptor Greg Tozer and Mary Maclachlan of Weta Workshop and designer David Marti of DDT Efectos Especiales (the design and effects house for the film) to create an exquisite representation of one of the most central scenes from the film. Tozer and Maclachlan have captured the hauntingly sorrowful expression of ghost character "Santi, the one who sighs," a boy who mysteriously disappeared from the orphanage the film is centered around. Positioned behind him is the massive and rusting unexploded bomb, which was deposited into the courtyard of the orphanage during the Spanish Civil War. The juxtaposition of the innocent boy ghost in the shadow of the unstable bomb makes for a beautifully disturbing piece of artwork.

The overall size of each numbered piece is an impressive 11" W x 8 " D x 17" H. The boy and bomb are poised on a high-gloss polystone base with the director's signature screened on to the base bottom. The Santi with Bomb Statue will be released in Summer 2004 in a limited edition size of 100 pieces. The special edition of 100 pieces will be exclusively available for pre-sale on Sideshow's website and include the screened signature of Guillermo del Toro.

"The collaborators from the three companies have done the impossible by recreating Santi's perpetually bleeding skull and capturing his porcelain doll-like essence," says del Toro. "As a filmmaker, I really appreciate Sideshow's commitment to authenticity and attention to detail."

The mystery of the story centers on the two elements featured in the statue, making this a particularly significant piece for fans of the film and the director. This item's release will closely follow the Spring 2004 release of the del Toro film, "Hellboy," which will present collectors with a unique opportunity to own products from both signature del Toro properties.

¿Pero aun no lo tenéis?

¿Pero aun no lo tenéis? Qué escándalo… Vosotros ahí, perdiendo el tiempo, en lugar de estar enriqueciendo la mente y el alma, sin dejar de lado la diversión, claro. Y es que veo que todavía no habéis comprado, leído y observado con lupa Residuos, el fastuoso segundo album escrito por David Muñoz y un servidor, y dibujado primorosamente por Luis Bustos.

El album es inteligente, tiene un ritmo endiablado y un tacto sensual a más no poder (ese "couché" tan acariciable, esa tapa dura que se te desliza en las manos). Vamos, que hay que ser cenutrio para no gastarse unos euros de nada en esta inversión cultural para toda la vida. No lo digo porque lo haya co-escrito yo, claro.

¡Pero basta de autopromoción! Ahora vamos con un poco de periodismo del bueno. Para completar la información sobre esta gran obra, aquí os pego una entrevista que nos hicieron a David y a mí, sobre "Residuos" y otras cosillas. Salió publicada en El Diario Vasco y creo que en ella no decimos muchas tonterías.

¡Salud!

TRASHORRAS & MUÑOZ
«Hacemos historias de amigos que se traicionan»

Texto: Roberto Goñi

Antonio Trashorras y David Muñoz comezaron escribiendo juntos en "Miedo", el álbum dibujado por Javier Rodríguez, y desde entonces no han parado. Tras el éxito de su tebeo de ciencia ficción "Residuos", planean una próxima serie: "Metal"

Forman un tándem creativo bien avenido. Sin dejar de pergeñar historias para cine, Antonio Trashorras y David Muñoz se han pasado a las viñetas. El álbum "Miedo", dibujado por Javier Rodríguez, fue el primer cómic que escribieron juntos y comienzo de una serie. Coincidiendo con el Saló del Cómic de Barcelona han editado su segundo tebeo, el thriller de ciencia ficción "Residuos".

"Miedo" se centra en Adrián, apocado chaval que en 1.981 tiene 10 años. Posteriores entregas recogerán diferentes momentos de su vida hasta el presente. La continuación será "Metal" y mostrará a Adrián con 16 años, fanático del heavy y mascota de un grupo primerizo. Comparando con su trabajo en cine, Trashorras y Muñoz destacan sobre todo la libertad creativa del noveno arte. «Hacer cómic es como dirigir. Hemos tenido la misma libertad que dirigiendo la película que siempre hubiéramos querido hacer». La historia nació como esbozo de un posible largo, pero no llegó a desarrollarse hasta que los propios autores vieron la posibilidad de convertirla en cómic, medio en el que habían querido trabajar juntos (Muñoz guionizó algunos tebeos hace años).

El proyecto se plasmó gracias al dibujante Javier ("Wake up", también en Glenat), quien consigue un mundo a la vez cotidiano y sórdido. «Es más fácil encontrar un dibujante que haga ciencia ficción a uno que se documente para hacer un álbum sobre niños de 1.981 hablando en el patio de un colegio. "Miedo" no hubiera existido sin él», explica Trashorras.

Coincidente en el tiempo con el golpe de estado del 23 de febrero de 1.981, "Miedo" narra la historia de dos amigos, Adrián y Raúl, un gordito y un lisiado, adictos a los tebeos, para los que ir a clase es un tormento que soportan con estoico silencio. Ante las humillaciones a las que les somete un profesor facha y los golpes y amenazas de los abusones, encuentran refugio en su amistad y en su afición por los tebeos y el cine. Pero cuando un misterioso hombre entrega a Raúl unos anónimos amenazando con volar el colegio, la amistad y la vida de los dos chavales puede dar un gran cambio. El título apela a la atmósfera social que se vivía coincidiendo con el fallido intento de golpe de Estado, y al pavor cotidiano que los dos niños sienten en su colegio. En una historia con un final que puede resultar amargo u optimista. Sus autores la definen como experiencia de supervivencia emocional, de aprendizaje. «Adrián –explica Muñoz– pasa de pensar en los demás a pensar en sí mismo. Decide defenderse por primera vez». "Miedo" tiene cierto tono frío y distante, a lo que contribuye el aspecto gráfico, aunque por debajo de los pequeños actos de los protagonistas se adivinan emociones contenidas. Los autores explican que la intención es que cada episodio sea diferente al anterior, argumental y gráficamente, aunque el dibujante sea siempre Javier Rodríguez.

"Metal", centrado en la adolescencia de Adrián, «será más hormonal y tendrá más comedia». La historia mostrará a un Adrián fascinado por el heavy y colega del líder de un grupo primerizo. «El heavy –explica Muñoz– es una máscara para enfrentarse al mundo, como toda la música pop». La intención de los autores es que al final de la serie, de la que no está clara la extensión, Adrián cumpla su sueño y se convierta en dibujantes.

Rumbo a ese final, el tercer álbum transcurrirá en los 90 y se centrará en una editorial independiente de tebeos. Es habitual pensar que Trashorras y Muñoz se hayan inspirado en "Paracuellos", autobiográfica serie de Carlos Giménez. Ellos lo niegan, aunque son admiradores de Giménez. Temáticamente dicen estar más influidos por la película Bienvenidos a la casa de muñecas, de Todd Solondz, y por los cómics de Frank Miller, Alan Moore y Osamu Tezuka, de los que toman la forma de narrar.

Los dos guionistas cambian de registros en su nuevo álbum "Residuos", con dibujos de Luis Bustos, donde cuentan la historia de un espía terráqueo que tras varios años de vivir camuflado, con esposa y amigos, en un planeta alienígena, es requerido por sus jefes por una inminente guerra, dando al traste con su cómoda existencia durmiente.

Lo definen como mezcla entre el John Le Carré de tono humorístico de "El sastre de Panamá" y "Star Wars". Y aunque es una historia de ciencia ficción, no es difícil encontrar paralelismos con la realidad internacional. «Habla de que un país poderoso justifica invadir uno pequeño. Pero lo escribimos antes de lo de Irak. En realidad pensamos más en el peñón de Perejil». A pesar de la acción, las armas futuristas y las naves especiales, el corazón de "Metal" está en un triángulo amoroso y una amistad truncada, «siempre hacemos historias de amigos que se traicionan».

Entre los proyectos cinematográficos de Trashorras y Muñoz hay varios guiones, entre ellos "Cadetes estelares", ciencia ficción madrileña que dirigirá Jorge Iglesias, y "TAG", thriller en el mundo de los grafiteros que realizará David Alcalde. Su salto a la dirección podría darse con la ambiciosa "Topos", thriller fantástico sobre un grupo de telépatas que viven en las alcantarillas de una gran ciudad y que está inspirado en los comics "X-Men" de los años 80.