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El mundo es extraño -David Lynch 5-

El mundo es extraño -David Lynch 5- “En la vida hay oportunidades para aprender y adquirir experiencias, aunque se deban correr riesgos”.
Jeffrey a Sandy en “Terciopelo azul”.

Podríamos emprender un ordenamiento del Universo Lynch acotando tres ámbitos en los que, de forma alternativa, el cineasta ha ido posicionando su punto de vista como narrador.

1) El ámbito de lo real. Aquí radican los traumas, las culpas, los hechos inabordables por las mentes en cuyos entresijos se desencadenan las historias de apariencia fantástica que vemos en sus películas. En esta esfera reside tanto el egoísmo terminal como el difícilmente aceptable rencor de Henry hacia su no deseado hijo, cuya llegada inesperada desintegra su estabilidad ovípara; también el mundo de idílico hastío, de mortecina serenidad, en el cual se ve obligado a vegetar Jeffrey Beaumont, sin asomo de emociones verdaderas; y las respectivas cárceles de Sailor y Lula (la vida junto a su madre-bruja para ella, y la cárcel-cárcel para él); o el atormentado universo incestuoso de Leland Palmer en “Twin Peaks”; así como el gélido y lúgubre apartamento del matrimonio Madison en “Carretera perdida”, caldo de cultivo de todo tipo de bacterias emocionales (celos, insatisfacción sexual, hastío...).

2) El ámbito de lo ideal. Dónde el personaje central huye y sepulta sus traumas. Es decir, el apartamento de Henry (sí, aunque parezca mentira, ese lúgubre agujero le resulta un entorno confortable, el refugio último para su desconcertada mentalidad fetal); el mundo nocturno, en su vertiente, digamos, “bohemia” de Lumberton, para el joven Jeffrey, unido a sus primeros y satisfactorios escarceos como detective aficionado; la carretera para Sailor y Lula, y, más en general, cualquier forma de expresión cinética (obsérvese como la felicidad para ambos siempre conlleva movimiento, ya sea mediante un baile frenético, la velocidad en un coche o el sexo más compulsivo); el aparentemente envidiable mosaico profesional y familiar de Leland Palmer, formado por un empleo lucrativo y exitoso, y un triángulo esposa-hija-hogar, en principio, ideales; y, por último, el mundo despreocupadamente juvenil de Pete Dayton, libre de las responsabilidades, ataduras y deterioradas relaciones establecidas tras buena parte de su vida adulta por el maduro Fred Madison.

3) El refugio último/Paraíso o Infierno. El recinto que acogerá finalmente a los personajes en sus definitivas fugas mentales. Un enclave sin reglas racionales ni imposiciones externas, con su propia lógica, ya sea ésta idílica o siniestra. Es el Mundo Bajo el Radiador, la tentadora realidad nocturna que acompaña (al igual que el fuego al asesino Bob) a Frank Booth en sus correrías por el lado oculto y pavoroso de Lumberton; el (¿inexistente?) Mundo Luminoso de Oz, en el cual podrían llegar a vivir felices para siempre Sailor, Lula y su hijo; la Habitación Roja de Twin Peaks, esa carretera mental sin fin, con trazado de cinta de Moebius...

Lo que varía de una película a otra es en cual de dichas esferas sitúa Lynch la entrada. Es decir, qué paisaje resulta dotado de significación fija, al menos como referencia inicial, para, a partir de ahí, articular una ficción concreta, que, por supuesto, según sufre la invasión de otras realidades, va tornándose paulatinamente caleidoscópica, hasta culminar, siempre, tras un proceso de deterioro, en la violenta desarticulación del esquema de partida, de aquella pretendida situación idílica de punto cero.

Podríamos considerar, eso sí, el caso de “Terciopelo azul” como particular, al implicar un regreso, un paso atrás en la inmersión infernal de Jeffrey en el submundo nocturno de Lumberton (su propio submundo mental, de hecho; ¿o no deberíamos considerar el dislocado universo de Frank como una proyección de lo que el adolescente protagonista quisiera vivir?). No obstante, tampoco puede hablarse exactamente de un regreso al paraíso, ya que esa realidad anestesiada sensorialmente a la cual retorna el protagonista, es precisamente de la que pretendía huir mediante su alambicada elaboración detectivesca. En ese sentido, respecto a otras obras de Lynch, “Terciopelo azul” podría interpretarse, por un lado, como una propuesta conceptual menos extrema (al fin y al cabo, volvemos al punto de partida, lo cual desecha la posibilidad de una “gran tragedia” para el protagonista), si bien, por otro, también resulta en cierto modo todavía más desoladora, por lo que implica de condena circular, de muerte de la emoción, de encarrilamiento en un determinismo de la mediocridad del cual, quizá, Jeffrey ya jamás consiga escapar.

Comparados con el de “Terciopelo azul”, los mucho más abruptos desenlaces de “Cabeza borradora”, “Twin Peaks” y “Carretera perdida” (aunque en este último caso también estemos ante una estructura circular) sí que conllevan cierta catarsis para los protagonistas, mientras que la malsana placidez de ida y vuelta del órfico periplo de Jeffrey Beaumont implica un “no cumplimiento” de esa atracción entrópica que ya nunca más volverá a repetirse en la obra de Lynch.

2 comentarios

Dr Zito -

Mmmmm. Acabo de aterrizar en su blog ahora mismo. Mira a la derecha y veo la seccion David Lynch. Algo me ronda la cabeza desde ayer, porque ayer vi "The last picture show" de Bogdanovich. No tengo a nadie mas a quien decirselo ni otro lugar donde hacerlo, perdoneme. Pero descubri que lo que un dia dijo un critico (fernandez-santos?) de Lynch podria ser cierto: es un vendedor de neveras a esquimales. Lo digo por la comparacion entre "the last picture show" y "terciopelo azul". Y mire que esta ultima me gusta a rabiar. Pero ahora solo siento dudas...
Perdone el asalto a mano armada a su blog. Grandes textos los suyos, por cierto.

Perdido -

Fantástico análisis del mundo "Lynchiano" y de como interpretar sus películas. A mí al principio me costó llegar a entenderlas y tuve que buscar por internet. Con esa pequeña joya de guía que has escrito seguramente sea fácil descifrar cualquier película del genio Lynch.