En busca de Klingsor
"En busca de Klingsor", de Jorge Volpi. Este mejicano ha realizado una brillante incursión en una temática como la del desarrollo de la física cuántica que parecía exclusiva de los autores anglosajones. Por sus páginas se mueven Einstein, Bohr, Heisenberg y los demás gurús de la física del siglo XX, convocados esta vez para buscar al más temible de todos ellos, el fantasmal Klingsor que habría sido el "científico de cabecera" de Hitler. Lo mejor, sin embargo, esta vez es la relación sentimental, y sexual, paralela de uno de los protagonistas, el matemático alemán que ayuda al protagonista.
Klingsor es un personaje enmarcado en la leyenda del Santo Grial. En su versión germánica, ejemplificada en el "Parsifal" de Wagner, Klingsor es el antagonista perverso del rey Amfortas con quien protagoniza un enconado enfrentamiento que durante muchos años se mantiene en punto muerto hasta que en un determinado momento se desequilibra al conseguir Klingsor doblegar la virtud de Amfortas. Con tales precedentes no es de extrañar que Klingsor sea también el nombre en clave de otro personaje siniestro, y quizá también de leyenda: una personalidad científica de primer nivel, consejero de Hitler, y responsable de dotar, hacer y deshacer las estrategias científico-bélicas del Reich, entre ellas la bomba atómica.
¿Y quién busca a Klingsor? Pues, Francis Bacon. No el filósofo, sino un homónimo suyo, físico teórico, al que algo más profundo que un lío de faldas le ha obligado a postergar una prometedora carrera en el Instituto de Investigaciones Avanzadas de Princeton al lado de Von Neuman y el propio Einstein. En ese embarazoso momento de su vida, la guerra actuará como campana salvadora, y Bacon "dejará de perseguir resultados científicos para perseguir seres humanos". Así, nuestro hombre formará parte del equipo encargado de poner a buen recaudo al Círculo del Uranio alemán (no tanto un ajuste de cuentas como para evitar que caigan en manos de los rusos), y, posteriormente, se encargará de seguir los pasos del fantasma de Klingsor. En su búsqueda va a estar asistido por Gustav Links, un matemático obsesionado por el problema del infinito de Cantor y repudiado por el anterior régimen por su complicidad en el histórico y fallido atentado contra el Fürher.
A medida que avance en su investigación, quizá interesadamente dirigida por Links, Bacon no sólo va a porfiar por sacar a la luz la relación entre la ciencia y el mal, o a cuestionar la pretendida amoralidad de aquella, sino que además va a añadir complejidad en sus relaciones con las mujeres, algo que finalmente lo abocará a la traición. La trama está plagada por toda suerte de investigadores reales además del mencionado Heisenberg (Von Neuman, Gödel, Einstein, Stark, Schrödinger, Bohr, Wien, Plank...), la mayoría enmarañados en la telaraña que entre ciencia y nazismo se tejió en la Alemania de la II GM.
Novela que pone críticamente de manifiesto el Dr. Jekyll y el Mr. Hyde que hay en el interior de cada científico, y expone cómo éstos tienden a enajenarse de cualquier consideración extracientífica para preservar su buena conciencia aduciendo que el mundo es relativo. Sin un posicionamiento moral se colocan en una situación delicada, pues, como hombres, son siempre deudores del momento político que viven.
Es esta una novela, en definitiva, que seguramente apreciarán aquellos lectores con formación científica, pero que no dejarán de disfrutar aquellos que no la tengan, pues aunque en ella se tocan bastantes paradigmas científicos no se llega a profundizar en ninguno de ellos. Esta novela de bien trabado suspense los objetivos del autor parecen ser más bien filosófico-éticos, esto es, accesibles a todos los públicos. Seguramente, tanto por ello algunos han emparentado a esta novela con "El nombre de la rosa", aunque también cabe apuntar el propio "Criptonomicon" de Stephenson. Y es que hay algo más que historia de la ciencia en este libro. De hecho, hay tantas cosas que en algunos momentos se fuerza el cuello narrativo de la novela: hay metaliteratura, tríos amorosos, teoría de juegos, hay paralelismos de la trama con la historia del Parsifal, mucha humanidad... y, sobre todo, una excelente prosa. En cuanto a la trama de suspense, su labor es de argamasa narrativa.
Klingsor es un personaje enmarcado en la leyenda del Santo Grial. En su versión germánica, ejemplificada en el "Parsifal" de Wagner, Klingsor es el antagonista perverso del rey Amfortas con quien protagoniza un enconado enfrentamiento que durante muchos años se mantiene en punto muerto hasta que en un determinado momento se desequilibra al conseguir Klingsor doblegar la virtud de Amfortas. Con tales precedentes no es de extrañar que Klingsor sea también el nombre en clave de otro personaje siniestro, y quizá también de leyenda: una personalidad científica de primer nivel, consejero de Hitler, y responsable de dotar, hacer y deshacer las estrategias científico-bélicas del Reich, entre ellas la bomba atómica.
¿Y quién busca a Klingsor? Pues, Francis Bacon. No el filósofo, sino un homónimo suyo, físico teórico, al que algo más profundo que un lío de faldas le ha obligado a postergar una prometedora carrera en el Instituto de Investigaciones Avanzadas de Princeton al lado de Von Neuman y el propio Einstein. En ese embarazoso momento de su vida, la guerra actuará como campana salvadora, y Bacon "dejará de perseguir resultados científicos para perseguir seres humanos". Así, nuestro hombre formará parte del equipo encargado de poner a buen recaudo al Círculo del Uranio alemán (no tanto un ajuste de cuentas como para evitar que caigan en manos de los rusos), y, posteriormente, se encargará de seguir los pasos del fantasma de Klingsor. En su búsqueda va a estar asistido por Gustav Links, un matemático obsesionado por el problema del infinito de Cantor y repudiado por el anterior régimen por su complicidad en el histórico y fallido atentado contra el Fürher.
A medida que avance en su investigación, quizá interesadamente dirigida por Links, Bacon no sólo va a porfiar por sacar a la luz la relación entre la ciencia y el mal, o a cuestionar la pretendida amoralidad de aquella, sino que además va a añadir complejidad en sus relaciones con las mujeres, algo que finalmente lo abocará a la traición. La trama está plagada por toda suerte de investigadores reales además del mencionado Heisenberg (Von Neuman, Gödel, Einstein, Stark, Schrödinger, Bohr, Wien, Plank...), la mayoría enmarañados en la telaraña que entre ciencia y nazismo se tejió en la Alemania de la II GM.
Novela que pone críticamente de manifiesto el Dr. Jekyll y el Mr. Hyde que hay en el interior de cada científico, y expone cómo éstos tienden a enajenarse de cualquier consideración extracientífica para preservar su buena conciencia aduciendo que el mundo es relativo. Sin un posicionamiento moral se colocan en una situación delicada, pues, como hombres, son siempre deudores del momento político que viven.
Es esta una novela, en definitiva, que seguramente apreciarán aquellos lectores con formación científica, pero que no dejarán de disfrutar aquellos que no la tengan, pues aunque en ella se tocan bastantes paradigmas científicos no se llega a profundizar en ninguno de ellos. Esta novela de bien trabado suspense los objetivos del autor parecen ser más bien filosófico-éticos, esto es, accesibles a todos los públicos. Seguramente, tanto por ello algunos han emparentado a esta novela con "El nombre de la rosa", aunque también cabe apuntar el propio "Criptonomicon" de Stephenson. Y es que hay algo más que historia de la ciencia en este libro. De hecho, hay tantas cosas que en algunos momentos se fuerza el cuello narrativo de la novela: hay metaliteratura, tríos amorosos, teoría de juegos, hay paralelismos de la trama con la historia del Parsifal, mucha humanidad... y, sobre todo, una excelente prosa. En cuanto a la trama de suspense, su labor es de argamasa narrativa.
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