Uno de mis temas favoritos: the end
De Nature.com
COMETAS INVISIBLES AUMENTAN EL RIESGO DE COLISIONES CONTRA LA TIERRA
Un modelo matemático desarrollado en el Observatorio Armagh sugiere que la llamada Nube de Oort produce unos 30 cometas al año, lo que aumenta el riesgo de que uno de estos cuerpos celestes perdidos colisione con la Tierra. En la nube de Oort existirían miles de millones de objetos helados situados a 100.000 veces la distancia entre la Tierra y el Sol, de los cuales podría haber unos 3.000 en órbitas alteradas, aproximadamente 400 veces más de los que se han podido observar hasta el momento.
Por el Sistema Solar pululan cometas invisibles, esas masas de hielo, polvo y rocas que vagan por el espacio, que podrían chocar con la Tierra sin previo aviso, advierten astrónomos de la Universidad de Cardiff y del Observatorio de Armagh de Irlanda, en un estudio publicado por la Monthly Notices of the Royal Astronomical Society. Los astrónomos W. M. Napier, J. T. Wickramasinghe y N. C. Wickramasinghe señalan que la existencia de estos cuerpos que no se ven incrementa el riesgo de un impacto catastrófico contra el planeta. Estos objetos nunca han sido observados, lo que confirma una vieja teoría astronómica que afirma que sólo conocemos una pequeña parte de los cometas o meteoritos que podrían cruzarse en la órbita terrestre alrededor del Sol.
Muchos de estos cometas proceden de la llamada Nube de Oort, situada fuera del sistema solar, si bien nunca ha sido observada. La Nube de Oort podría contener una fracción importante de la masa del Sistema Solar, tal vez superior a la de Júpiter. La hipótesis más aceptada es que esta nube está constituida por los escombros del Sistema Solar, al que envolvería como si fuera una especie de globo.
Jan Oort, el astrónomo holandés descubridor de esta nube en 1950, propuso un mecanismo hipotético por el que esta nube de Oort enviaría continuamente una pequeña fracción de cometas hacia el Sistema Solar interno, debido a los tránsitos casuales de otras estrellas cerca de la nube, que pudieran alterar las órbitas de los cometas enviándolos hacia nuestro Sistema Solar. Como media, estas alteraciones orbitales podrían producirse cada 100.000 o 200.000 años, lo que explicaría las grandes extinciones de seres vivos en la Tierra en otras épocas, ocasionadas por lluvias de meteoritos.
La explicación más común para que estos objetos no se vean es la de que los cometas se desintegran rápidamente, convirtiéndose en pequeñas masas al completar una o dos órbitas. Sin embargo, el modelo matemático desarrollado por Bill Napier, del Observatorio Armagh, en el norte de Irlanda, sugiere que los escombros de Oort producen muchos más meteoritos de lo que se pensaba, quizá unos 30 al año, si bien no pueden verse. Napier trabaja con el astrónomo Chandra Wickramasinghe, de la Universidad Cardiff, en Gales, para intentar explicar la invisibilidad de estos cuerpos. Wickramasinghe ha sugerido que Sedna, el cuerpo más alejado de nuestro Sistema Solar que ha sido identificado, podría tener orbitando a su alrededor un cuerpo oscuro compuesto por carbono, que ya ha sido denominado hipotéticamente como la luna de Sedna.
Como Sedna forma parte de la nube de Oort, Napier piensa que otros objetos de esa nube podrían ser igual de oscuros que dicha luna y, por lo tanto, podrían convertirse en cometas que absorbieran la luz y que quedaran en la oscuridad por el proceso de absorción de fotones sin que éstos sean luego proyectados. Estos cometas oscuros suponen un gran reto para los astrónomos que escrutan el espacio a la búsqueda de objetos espaciales que pudieran colisionar con nuestro planeta. Según Napier, estos cuerpos invisibles podrían chocar con la Tierra prácticamente sin previo aviso.
Sin embargo, aunque no emiten luz, por suerte estos cuerpos sí emiten radiaciones caloríficas, que pueden distinguirse como radiaciones infrarrojas. El Telescopio Spitzer Space, que sólo lleva funcionando un año, no ha distinguido ninguna de estas radiaciones. Esto se debe, afirma Napier a la revista Nature, a que su campo de visión se centra en distantes pero muy pequeñas partes del cielo. Un nuevo telescopio podría dar la respuesta definitiva: a principios de este mes la NASA ha anunciado el lanzamiento de un telescopio orbital de captación de infrarrojos llamado el Wide-field Infrared Survey Explorer (WISE) para el año 2008. Quizá este telescopio sí pueda detectar esta oscura amenaza.
COMETAS INVISIBLES AUMENTAN EL RIESGO DE COLISIONES CONTRA LA TIERRA
Un modelo matemático desarrollado en el Observatorio Armagh sugiere que la llamada Nube de Oort produce unos 30 cometas al año, lo que aumenta el riesgo de que uno de estos cuerpos celestes perdidos colisione con la Tierra. En la nube de Oort existirían miles de millones de objetos helados situados a 100.000 veces la distancia entre la Tierra y el Sol, de los cuales podría haber unos 3.000 en órbitas alteradas, aproximadamente 400 veces más de los que se han podido observar hasta el momento.
Por el Sistema Solar pululan cometas invisibles, esas masas de hielo, polvo y rocas que vagan por el espacio, que podrían chocar con la Tierra sin previo aviso, advierten astrónomos de la Universidad de Cardiff y del Observatorio de Armagh de Irlanda, en un estudio publicado por la Monthly Notices of the Royal Astronomical Society. Los astrónomos W. M. Napier, J. T. Wickramasinghe y N. C. Wickramasinghe señalan que la existencia de estos cuerpos que no se ven incrementa el riesgo de un impacto catastrófico contra el planeta. Estos objetos nunca han sido observados, lo que confirma una vieja teoría astronómica que afirma que sólo conocemos una pequeña parte de los cometas o meteoritos que podrían cruzarse en la órbita terrestre alrededor del Sol.
Muchos de estos cometas proceden de la llamada Nube de Oort, situada fuera del sistema solar, si bien nunca ha sido observada. La Nube de Oort podría contener una fracción importante de la masa del Sistema Solar, tal vez superior a la de Júpiter. La hipótesis más aceptada es que esta nube está constituida por los escombros del Sistema Solar, al que envolvería como si fuera una especie de globo.
Jan Oort, el astrónomo holandés descubridor de esta nube en 1950, propuso un mecanismo hipotético por el que esta nube de Oort enviaría continuamente una pequeña fracción de cometas hacia el Sistema Solar interno, debido a los tránsitos casuales de otras estrellas cerca de la nube, que pudieran alterar las órbitas de los cometas enviándolos hacia nuestro Sistema Solar. Como media, estas alteraciones orbitales podrían producirse cada 100.000 o 200.000 años, lo que explicaría las grandes extinciones de seres vivos en la Tierra en otras épocas, ocasionadas por lluvias de meteoritos.
La explicación más común para que estos objetos no se vean es la de que los cometas se desintegran rápidamente, convirtiéndose en pequeñas masas al completar una o dos órbitas. Sin embargo, el modelo matemático desarrollado por Bill Napier, del Observatorio Armagh, en el norte de Irlanda, sugiere que los escombros de Oort producen muchos más meteoritos de lo que se pensaba, quizá unos 30 al año, si bien no pueden verse. Napier trabaja con el astrónomo Chandra Wickramasinghe, de la Universidad Cardiff, en Gales, para intentar explicar la invisibilidad de estos cuerpos. Wickramasinghe ha sugerido que Sedna, el cuerpo más alejado de nuestro Sistema Solar que ha sido identificado, podría tener orbitando a su alrededor un cuerpo oscuro compuesto por carbono, que ya ha sido denominado hipotéticamente como la luna de Sedna.
Como Sedna forma parte de la nube de Oort, Napier piensa que otros objetos de esa nube podrían ser igual de oscuros que dicha luna y, por lo tanto, podrían convertirse en cometas que absorbieran la luz y que quedaran en la oscuridad por el proceso de absorción de fotones sin que éstos sean luego proyectados. Estos cometas oscuros suponen un gran reto para los astrónomos que escrutan el espacio a la búsqueda de objetos espaciales que pudieran colisionar con nuestro planeta. Según Napier, estos cuerpos invisibles podrían chocar con la Tierra prácticamente sin previo aviso.
Sin embargo, aunque no emiten luz, por suerte estos cuerpos sí emiten radiaciones caloríficas, que pueden distinguirse como radiaciones infrarrojas. El Telescopio Spitzer Space, que sólo lleva funcionando un año, no ha distinguido ninguna de estas radiaciones. Esto se debe, afirma Napier a la revista Nature, a que su campo de visión se centra en distantes pero muy pequeñas partes del cielo. Un nuevo telescopio podría dar la respuesta definitiva: a principios de este mes la NASA ha anunciado el lanzamiento de un telescopio orbital de captación de infrarrojos llamado el Wide-field Infrared Survey Explorer (WISE) para el año 2008. Quizá este telescopio sí pueda detectar esta oscura amenaza.
0 comentarios