El mundo está loco, loco, loco
¿Por qué la novela negra española se encuentra tan añusgada? ¿Por qué quitando los tres o cuatro nombres de siempre continúan sin surgir aquí verdaderos cultivadores de esta modalidad literaria, tan saludable fuera de nuestras fronteras? ¿Por qué tampoco parece haber una masa estable de lectores para este tipo de obras, un fandom propio, joven y activo, que sirva de caldo de cultivo editoral tal y como viene ocurriendo últimamente con la fantasía y la ciencia ficción? Respuestas no traigo en el zurrón, me temo, pero lo que sí tengo claro es que con apenas una media docenita de novelistas que se dedicasen al thriller en castellano con la garra y competencia narrativa de Nacho Faerna este género bien podría experimentar un contundente renacimiento.
Quien crea que exagero debería agenciarse su segunda novela Bendita democracia americana, devorar las doscientas y pico celéricas páginas de que consta, y luego mirarse al espejo y tratar de engañarse a sí mismo repitiendo que no se lo ha pasado como un enano, que el libro no se le ha adherido a las manos, que no leería más novela negra española si abundasen las obras escritas con semejante brío, intensidad y pérfido sentido del humor. Novela torrencial, de trama poliédrica, diálogos míticos y personajes delirantes (y alguno de ellos inolvidable, como Horacio Wellman o Jerry), el adictivo libro de Faerna supongo que será fácilmente etiquetado como cinematográfico por algún que otro perezoso comentarista, tan sólo por el hecho de someternos a un implacable ritmo de lectura y contar con unas elipsis tan medidas que ya quisieran no pocos guiones fílmicos. Sin embargo, lo que ha logrado Faerna (quien, de acuerdo, lleva años escribiendo para cine y televisión) con Bendita democracia americana es un genuino ejemplo de entretenimiento literario de altura, una novela confeccionada con muchas de las argucias aprendidas de los incuestionables grandes maestros del hard boiled, algo del sano desparpajo pulp, cinismo cañí a raudales y, sobre todo, un clímax emocionante y un fondo de auténtica seriedad temática (todo lo que se cuenta es tan divertido como terrible) que convierten el libro en mucho más que una broma de lectura frenética pero escaso calado conceptual. Yo me lo pasé pipa y, al final, también me dio bastante que pensar. Vosotros veréis.
Ah, edita Ediciones B. Y, por si alguien aún no se ha dado cuenta, con ella bajo el brazo uno resulta mil veces más cool que con La sombra del viento. Donde va a parar...
Quien crea que exagero debería agenciarse su segunda novela Bendita democracia americana, devorar las doscientas y pico celéricas páginas de que consta, y luego mirarse al espejo y tratar de engañarse a sí mismo repitiendo que no se lo ha pasado como un enano, que el libro no se le ha adherido a las manos, que no leería más novela negra española si abundasen las obras escritas con semejante brío, intensidad y pérfido sentido del humor. Novela torrencial, de trama poliédrica, diálogos míticos y personajes delirantes (y alguno de ellos inolvidable, como Horacio Wellman o Jerry), el adictivo libro de Faerna supongo que será fácilmente etiquetado como cinematográfico por algún que otro perezoso comentarista, tan sólo por el hecho de someternos a un implacable ritmo de lectura y contar con unas elipsis tan medidas que ya quisieran no pocos guiones fílmicos. Sin embargo, lo que ha logrado Faerna (quien, de acuerdo, lleva años escribiendo para cine y televisión) con Bendita democracia americana es un genuino ejemplo de entretenimiento literario de altura, una novela confeccionada con muchas de las argucias aprendidas de los incuestionables grandes maestros del hard boiled, algo del sano desparpajo pulp, cinismo cañí a raudales y, sobre todo, un clímax emocionante y un fondo de auténtica seriedad temática (todo lo que se cuenta es tan divertido como terrible) que convierten el libro en mucho más que una broma de lectura frenética pero escaso calado conceptual. Yo me lo pasé pipa y, al final, también me dio bastante que pensar. Vosotros veréis.
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