El Fantomas mexicano
Mi descubrimiento del célebre archicriminal creado por Pierre Souvestre and Marcel Allain no vino de beber directamente de sus fuentes literarias, o de los maravillosos seriales fílmicos dirigidos por Louis Feuillade, sino (¿podía ser de otra forma?) de los tebeos publicados por Editorial Novaro a partir de los años 60.
Adaptando con notable bizarría las características del personaje original, las aventuras del Fantomas viñetero se caracterizaron por su demencial narrativa y su desprejuiciada mezcla de influencias genéricas. De los fumetti de la época protagonizados por supervillanos enmascarados como Diabolik o Kriminal absorbió cierto sadismo sexy típicamente mediterráneo, de los luchadores mexicanos como Santo, Blue Demon, etc, el comic de Fantomas se nutrió a la hora de brindar referentes locales, de los superhéroes norteamericanos (sobre todo Batman) pilló gadgets y clichés argumentales, de los largometrajes de superespías tan de moda tras el éxito de James Bond imitó el glamour cosmopolita sin renunciar, eso sí, a mantener vivas las referencias más afrancesadas: el rollito aristocrático y de ladrón de guante blanco, el arte y la cultura como frecuente telón de fondo, la paranoia alrededor de malignas corporaciones secretas, tan típicamente europeas...
En fin, que aquello era un despiporre importante, capaz de crear tal costra en un cerebro infantil que te dejaba listo para, a partir de entonces, no escandalizarte ya con nada. Ay, Novaro, cuánto bien nos hiciste (creo...).
Adaptando con notable bizarría las características del personaje original, las aventuras del Fantomas viñetero se caracterizaron por su demencial narrativa y su desprejuiciada mezcla de influencias genéricas. De los fumetti de la época protagonizados por supervillanos enmascarados como Diabolik o Kriminal absorbió cierto sadismo sexy típicamente mediterráneo, de los luchadores mexicanos como Santo, Blue Demon, etc, el comic de Fantomas se nutrió a la hora de brindar referentes locales, de los superhéroes norteamericanos (sobre todo Batman) pilló gadgets y clichés argumentales, de los largometrajes de superespías tan de moda tras el éxito de James Bond imitó el glamour cosmopolita sin renunciar, eso sí, a mantener vivas las referencias más afrancesadas: el rollito aristocrático y de ladrón de guante blanco, el arte y la cultura como frecuente telón de fondo, la paranoia alrededor de malignas corporaciones secretas, tan típicamente europeas...
En fin, que aquello era un despiporre importante, capaz de crear tal costra en un cerebro infantil que te dejaba listo para, a partir de entonces, no escandalizarte ya con nada. Ay, Novaro, cuánto bien nos hiciste (creo...).
1 comentario
Rodriguez -
Yo de Novaro conservo unos cuantos de batman y Superman, algún Tarzán, y para mi la joya de la corona, Kamandi de Jack Kirby...