A propósito de Kore-eda (2)
Hirokazu Kore-eda ya me deslumbró con su ópera prima "Maborosi no hikari" (1996), conocida internacionalmente como "Maborosi" y que se podría traducir como "Rayos de ilusión"; una pausada maravilla que en su día le valió el Premio Especial del Jurado en Venecia, a medio camino entre la serenidad de un Ozu (esa ausencia de contracampo), el aliento del Angelopoulus menos plomo, y algo de la voluntad quedona de un Hou Hsiao-hsien (de hecho, la banda sonora la firmó Cheng Ming-Chang, habitual en los films del taiwanés).
"Maborosi" narra la historia de una mujer cuya vida feliz junto a su marido y su hijo queda rota tras un trágico acontecimiento extrañamente prefigurado en uno de sus sueños. El aparente suicido de su marido al dejarse arrollar por un tren, y todos los datos absurdos que parecen rodear dicha tragedia, se convierten en obsesión para la protagonista y sirven a Kore-eda para lograr una inquietante indagación de tono casi entomológico sobre el desconocimiento que todos podemos tener hasta de los seres más cercanos. Mediante largos planos fijos y el uso del paisaje como modo de transmitir el vacío emocional de los personajes, el cineasta también obtuvo con esta película una fascinante sensación (¿roselliniana? ¿por qué no?) de tiempo real, de vida ante nuestros ojos, muy pocas veces vista fuera del ámbito del documental.
"Maborosi" narra la historia de una mujer cuya vida feliz junto a su marido y su hijo queda rota tras un trágico acontecimiento extrañamente prefigurado en uno de sus sueños. El aparente suicido de su marido al dejarse arrollar por un tren, y todos los datos absurdos que parecen rodear dicha tragedia, se convierten en obsesión para la protagonista y sirven a Kore-eda para lograr una inquietante indagación de tono casi entomológico sobre el desconocimiento que todos podemos tener hasta de los seres más cercanos. Mediante largos planos fijos y el uso del paisaje como modo de transmitir el vacío emocional de los personajes, el cineasta también obtuvo con esta película una fascinante sensación (¿roselliniana? ¿por qué no?) de tiempo real, de vida ante nuestros ojos, muy pocas veces vista fuera del ámbito del documental.
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