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Las dos Lizzies

Las dos Lizzies Sin el menor pudor me lanzo a birlar este curioso texto del más que interesante y muy bien escrito "blog" de la señorita Ten Brinken, una joven mandrágora condal consagrada a lo "gótico" (en sus muchas formas) y cuyo diario resulta una lectura de lo más disfrutable si os atrae la cosa decadente, sofisticada y oscura. Ahí va:

"A la señorita Elizabeth Siddal la conocen, la han visto mil veces: En efecto, fue el rostro de la famosa Ophelia de Millais, pero su historia... qué historia! Lizzie trabajaba como dependienta en una sombrería londinense cuando, un día Walter Deverell la vio a través del cristal y decidió proponerle que ejerciera de modelo. Fue a través de Deverell como conoció a los miembros de la hermandad pre-rafaelita y a quien sería su marido, Dante Gabriel Rossetti. Su primera experiencia con ellos fue el cuadro de Ophelia, para el que posó durante meses sumergida en una bañera de agua más bien... helada. Lizzie fue una persona enfermiza durante toda su vida... y resulta bonito pensar que parte de su enfermedad es una secuela de ejercer de Ophelia. En esa época Rossetti la conoció y se enamoró de ella. Obviamente, quedó prendado de su belleza... luego descubrió que Lizzie era tan buena escritora y pintora como sus compañeros de hermandad e intentó echarle un cable, también John Ruskin amparó sus inquietudes, pero la vida de Lizzie era otra cosa: enfermiza, depresiva... sí, señores, su vida pasaba entre momentos de depresión y arrebatos de celos, de hecho, llegó a tirar al Tamésis los retratos que Rossetti dibujaban de otras mujeres. Pero sobre todo, su vida pasó entre dosis de laudáno... quizás se lo recetaron para remediar las secuelas del baño de Ophelia, pero sea como sea se volvió adicta, y una noche, muerta de celos y harta de todo, se pasó con la dosis. La leyenda cuenta que amenazó a Rossetti previamente con el suicidio y él no lo tomó en serio. Era 1862 y Rossetti quedó destrozado, con la culpa acechándole por detrás de la oreja; enterró sus poemas con ella. Siete años después, cuando él estaba amancebado con otra y su vida seguía... alguien salió de la tumba... En 1869 Rossetti hizo exhumar el cuerpo de su mujer para recuperar sus poemas... y es que hay cosas que nunca se entierran.

Lizzie Siddal, tan hermosa, tan lánguida, tan exquisita siempre me hace pensar en otra Lizzie, Lizzie Borden, la asesina de Massachussets que un buen día cogió un hacha y pasó por su filo a toda su familia. El impacto del crimen fue tal, que engendró una coplilla que tal vez conozcan: "Lizzie Borden took an axe / And gave her mother forty whacks./ And when she saw what she had done, / She gave her father forty-one".

No entraré en detalles, están en www.crimelibrary.com/notorious_murders/famous/borden, pero la señorita Borden y la señorita Siddal... las acabo confundiendo a pesar de todo y es que... no hay que fiarse de las víctimas, al fin y al cabo, entre ellas y los verdugos sólo hay un paso, y las dos Lizzies son el ejemplo más claro de esa reversibilidad de posiciones. Una cogió un hacha y otra los poemas de su marido, una se levantó de su cama y la otra resurgió de la tumba... Pero al fin y al cabo ¿no hicieron lo mismo?"

2 comentarios

María en prosa -

alguien me pasó éste enlace porque yo utilicé el mismo cuadro para ilustrar éste día extraño que tengo. No conocía la historia, y me ha dejado impactada. Gracias

REFO -

Qué mal rollo.

Por cierto, qué interesante página la de la tal Ten Brinken.

Por cierto menciona a Liize Borden, siempre me ha fascinado la historia de heroicidad por matar (o no) a su padre y madastra. Una gran historia la de Falls Rivers.