Secretos en un muro
Esta es la crítica que hice en la revista "Fotogramas" de una película que me enloquece, "In the Mood for Love" (aquí se estrenó con el absurdo título de "Deseando amar").
Dirección y guión: Wong Kar-Wai. Intérpretes: Tony Leung, Maggie Cheung, Rebecca Pan, Lai Chen. Fotografía: Christopher Doyle, Mark Li. Música: Michael Galasso. Montaje: William Chang.
Primero, una advertencia. Esta película es una obra maestra, desde luego, pero quizá no el tipo de obra maestra que algunos comentarios les hayan hecho creer. Aviso: el largometraje de Wong Kar Wai NO es un melodrama preñado de emoción, ni un perfecto mecanismo exprime lagrimales alrededor del amor frustrado, ni una de esas obras de aliento clásico y supremo romanticismo que recupera el sentimiento íntimo que bla, bla, bla... No, no y no. In the Mood for Love es algo mucho más perverso, retorcido y ambiguo que las mejores pelis de llorar que conozcan (y piense aquí cada uno en Breve encuentro, Tú y yo, Los puentes de Madison... o en la referencia más adecuada disponible en su memoria cinéfaga); el film del hongkonés de las gafas de espejo es un ejercicio cinematográfico que por encima de su esquinado funcionamiento como love story resulta, en realidad, un alambicado tratado fílmico sobre el secreto, sobre las motivaciones no explícitas, cuya importancia se sitúa en las fronteras mismas del experimento lingüístico, del hallazgo expresivo. Considero oportuno el aviso al no dejar de oír y leer comentarios sedimentados tras su triunfal circuito festivalero y machaconamente focalizados en el supuesto sentimentalismo a flor de piel de este romance oblicuo y capicúa; lo cual, creo yo, puede acabar por reducir injustamente su valoración al mero reconocimiento en el manejo virtuoso por parte del autor de Chungking Express y Happy Together de ciertos códigos genéricos.
Sublimación postmoderna de la ficción rosa más asequible, de la fotonovela incluso; In the Mood for Love vendría a ser, por así decirlo, una vivisección de tales géneros menores desde una posición malvada y extremadamente cerebral. Frente a la torrencialidad dramática de dichos modelos, tradicionalmente dirigidos al bajo vientre del espectador, Wong Kar Wai, manierista de la frugalidad, sitúa aquí el Estilo (así, con mayúsculas) en primera línea, como objetivo central, como fin último... de ahí que el impacto de su obra resulte ante todo sensorial.
Estudiando los métodos empleados por el cineasta en esta obra tan compleja en lo conceptual como sencilla estructuralmente, comprobamos que su objetivo nunca fue el de sembrar ese ansia de cumplimiento argumental y ruptura de las expectativas propio del cine lagrimal, sino provocar cierta suspensión del aliento a un nivel de percepción puramente artístico. Y es en este plano formal donde In the Mood for Love sí deviene experiencia limítrofe, gracias a un grado de estilización que alcanza a veces la pura abstracción escénica (resoluciones de escenas en verdad únicas, planos que atentan contra el sentido común narrativo, rebuscadísimos usos de la voz en off y, sobre todo, el fuera de campo, elipsis que son casi saltos mortales dentro del flujo del relato...). In the Mood for Love no es, por tanto, otra arrebatadora película sobre el amor sino una calculada y altamente obsesiva investigación audiovisual sobre los códigos escénicos que el cine ofrece para materializar precisamente dicho sentimiento (ese mood...) en pantalla, un ensayo de laboratorio movido por la reflexión y la autoconsciencia representativa que niega, una a una, toda fórmula capaz de convertir una obra así en pura papilla-ficción.
¿Seguro que estamos ante una película de amor? Al verla cuestiónenselo. Igual que David Hemmings en Blow Up halló la verdad imposible en la ampliación y fragmentación obsesiva de una esquirla de realidad evidente (aparente) pero falsa, les animo a descuartizar, deconstruir este hipnótico caleidoscopio en sucesivos visionados, rechazando comodidades apriorísticas, hasta desentrañar el desolador enigma agazapado entre sus aterciopeladas imágenes, sus diálogos entrecortados, y, desde luego, en la malvada ironía oculta en su satinada, absorbente banda sonora.
Son películas como ésta las que posibilitan que el lenguaje del cine progrese, que sus pautas de representación crezcan; son cineastas como Wong Kar-Wai los que siempre nos han permitido mejorar como espectadores.
LO MEJOR: El ambiguo juego de espejos deformantes creado entre las dos parejas de adúlteros a través de las acciones de sólo una de ellas.
LO PEOR: Que suela olvidarse la decisiva aportación de los más estrechos colaboradores de Wong Kar-Wai durante toda su carrera: el fotógrafo Christopher Doyle, y el multifacético William Chang, nada menos que productor ejecutivo, director artístico y montador.
PARA: Quien no quiera perderse un hito del cine reciente.
Dirección y guión: Wong Kar-Wai. Intérpretes: Tony Leung, Maggie Cheung, Rebecca Pan, Lai Chen. Fotografía: Christopher Doyle, Mark Li. Música: Michael Galasso. Montaje: William Chang.
Primero, una advertencia. Esta película es una obra maestra, desde luego, pero quizá no el tipo de obra maestra que algunos comentarios les hayan hecho creer. Aviso: el largometraje de Wong Kar Wai NO es un melodrama preñado de emoción, ni un perfecto mecanismo exprime lagrimales alrededor del amor frustrado, ni una de esas obras de aliento clásico y supremo romanticismo que recupera el sentimiento íntimo que bla, bla, bla... No, no y no. In the Mood for Love es algo mucho más perverso, retorcido y ambiguo que las mejores pelis de llorar que conozcan (y piense aquí cada uno en Breve encuentro, Tú y yo, Los puentes de Madison... o en la referencia más adecuada disponible en su memoria cinéfaga); el film del hongkonés de las gafas de espejo es un ejercicio cinematográfico que por encima de su esquinado funcionamiento como love story resulta, en realidad, un alambicado tratado fílmico sobre el secreto, sobre las motivaciones no explícitas, cuya importancia se sitúa en las fronteras mismas del experimento lingüístico, del hallazgo expresivo. Considero oportuno el aviso al no dejar de oír y leer comentarios sedimentados tras su triunfal circuito festivalero y machaconamente focalizados en el supuesto sentimentalismo a flor de piel de este romance oblicuo y capicúa; lo cual, creo yo, puede acabar por reducir injustamente su valoración al mero reconocimiento en el manejo virtuoso por parte del autor de Chungking Express y Happy Together de ciertos códigos genéricos.
Sublimación postmoderna de la ficción rosa más asequible, de la fotonovela incluso; In the Mood for Love vendría a ser, por así decirlo, una vivisección de tales géneros menores desde una posición malvada y extremadamente cerebral. Frente a la torrencialidad dramática de dichos modelos, tradicionalmente dirigidos al bajo vientre del espectador, Wong Kar Wai, manierista de la frugalidad, sitúa aquí el Estilo (así, con mayúsculas) en primera línea, como objetivo central, como fin último... de ahí que el impacto de su obra resulte ante todo sensorial.
Estudiando los métodos empleados por el cineasta en esta obra tan compleja en lo conceptual como sencilla estructuralmente, comprobamos que su objetivo nunca fue el de sembrar ese ansia de cumplimiento argumental y ruptura de las expectativas propio del cine lagrimal, sino provocar cierta suspensión del aliento a un nivel de percepción puramente artístico. Y es en este plano formal donde In the Mood for Love sí deviene experiencia limítrofe, gracias a un grado de estilización que alcanza a veces la pura abstracción escénica (resoluciones de escenas en verdad únicas, planos que atentan contra el sentido común narrativo, rebuscadísimos usos de la voz en off y, sobre todo, el fuera de campo, elipsis que son casi saltos mortales dentro del flujo del relato...). In the Mood for Love no es, por tanto, otra arrebatadora película sobre el amor sino una calculada y altamente obsesiva investigación audiovisual sobre los códigos escénicos que el cine ofrece para materializar precisamente dicho sentimiento (ese mood...) en pantalla, un ensayo de laboratorio movido por la reflexión y la autoconsciencia representativa que niega, una a una, toda fórmula capaz de convertir una obra así en pura papilla-ficción.
¿Seguro que estamos ante una película de amor? Al verla cuestiónenselo. Igual que David Hemmings en Blow Up halló la verdad imposible en la ampliación y fragmentación obsesiva de una esquirla de realidad evidente (aparente) pero falsa, les animo a descuartizar, deconstruir este hipnótico caleidoscopio en sucesivos visionados, rechazando comodidades apriorísticas, hasta desentrañar el desolador enigma agazapado entre sus aterciopeladas imágenes, sus diálogos entrecortados, y, desde luego, en la malvada ironía oculta en su satinada, absorbente banda sonora.
Son películas como ésta las que posibilitan que el lenguaje del cine progrese, que sus pautas de representación crezcan; son cineastas como Wong Kar-Wai los que siempre nos han permitido mejorar como espectadores.
LO MEJOR: El ambiguo juego de espejos deformantes creado entre las dos parejas de adúlteros a través de las acciones de sólo una de ellas.
LO PEOR: Que suela olvidarse la decisiva aportación de los más estrechos colaboradores de Wong Kar-Wai durante toda su carrera: el fotógrafo Christopher Doyle, y el multifacético William Chang, nada menos que productor ejecutivo, director artístico y montador.
PARA: Quien no quiera perderse un hito del cine reciente.
4 comentarios
VirgilStarkwell -
Martin Pawley -
¿Alguien ha visto ya "2046"?
Agente Cooper -
Es fascinante de cabo a rabo. Ya la he visto varias veces y me sigue absorbiendo el poder de sus imágenes y de su banda sonora.
Aquí tenéis un interesante artículo sobre el cine de Wong Kar-Wai --> http://www.otrocampo.com/6/wkw_revisitado.html
Y estoy loco por revisionar "Fallen Angels", que pillé hace tiempo por suerte en Punt 2 (segundo canal de la TV valenciana). Otra que me fascinó pero que no recuerdo bien.
Kitsune -
Una maravilla sí señor, casi muero con la escena en que Tony Leung se acerca al muro y susurra sus secretos.